Abro mis ojos, miro el techo, distingo una luz de un blanco intenso, y me esfuerzo por no cerrarlos. Despierto. Bostezo. Empieza otro día. Aún acostada, cierro mis manos en forma de puño y estiro mis brazos, sigo con las piernas y pongo los pies en punta. Me vuelvo a estirar. Me desperezo. A medida que me voy relajando bajo mis brazos, mis manos pasan por encima de mi rostro y las veo. ¿Mis manos? Me levanto de la cama casi con un salto.
Voy corriendo al baño, busco el espejo. Miro mis manos nuevamente, en realidad, lo que creía eran mis manos. La forma finamente redondeada de mis uñas y su color coral llaman mi atención. ¿Cuándo crecieron tanto?. No recuerdo haberme hecho la manicure. Me acerco al espejo. Noto un pequeño lunar negro en mi cachete izquierdo. Estoy segura que en mis casi 30 años de vida nunca había tenido un lunar en mi cara. ¡Tiene que haber salido de la noche a la mañana!. El reflejo de una cara aparece en el espejo. Miro para atrás. No hay nadie. ¡Ese no puede ser mi reflejo!. Vuelvo a mirar. Nadie. Abro mi boca, guiño un ojo, saco la lengua. El espejo copia todos mis movimientos. No hay dudas, soy yo, pero diferente. Melena rubia, jopo, raya al costado y rulos generosos. Creo que Dios finalmente escucho mis plegarias. ¡Luzco exactamente igual que la icónica Marilyn Monroe!
Salto de la emoción, ¡Ahora finalmente sí podré ser amada!. No comprendo bien el porque, pero no lo cuestiono. Aprovecharé al máximo esta belleza. Elijo un disco de Frank Sinatra y lo pongo en el tocadisco. Suena Fly me to the Moon. Bailo mientras sonrío. Emulo unos pasos de swing mezclado con jazz, y doy unos giros por el cuarto simulando tener un guapo partner. Elijo mi pantalón mas fino y un sweater de chashmere al tono. Acomodo mi bella cabellera. Me siento toda una estrella.
Entran a mi habitación dos hombres de gran porte. Elegantes. Parecían ser personas de la alta sociedad. Uno iba de traje gris, corte tipo sastre. El sobretodo de pana negro largo hasta las rodillas de su acompañante me impedía ver las prendas que este llevaba debajo. El hombre de traje me dice: "Yo también disfruto mucho de la música". Les regalo una sonrisa y ellos me la devuelven. Pienso que tal vez alguno de ellos podría ser mi esposo, y que por alguna razón no lo recuerdo. El señor vestido de gris toma mi mano y me guía hasta un sillón de un solo cuerpo color beige. Reparo en el hermoso capitoné que había en su respaldo. Me siento. Me pregunta: ¿Cómo estás? Dudo qué respuesta brindar. Pienso en qué contestar para no dejar en evidencia que no sé como explicar que hoy amanecí en otro cuerpo. Sujeto su otra mano. ¡Bien! -respondo-.
El hombre de sobretodo negro saca de su portafolio un anotador. Algo escribe, quisiera saber qué. "Te noto algo distinta" -me dice el hombre de traje-. Victor Gorman, veo su nombre escrito en un bolsillo del saco. "Hoy estoy muy contenta Victor". "Se nota" -me responde-. Me levanto del sillón y me abraza. Le doy un beso en la mejilla. Me doy cuenta que hacía mucho tiempo no sentía algo parecido al amor. Su acompañante me saluda cálidamente, y parten.
Entra al cuarto una mujer con rodete vistiendo un uniforme blanco. Distingo en su atuendo un nombre cosido en relieve de color azul marino: María Broda. Me saluda: "Hola Carmen ¿Cómo estás hoy?". ¡Bien! -vuelvo a responder-. Algo no cuadra. Otra mujer llega y trae una bandeja con el desayuno, un jugo de naranja recién exprimido, un té de frutillas y algunos pancitos que parecieran ser scones. María pone sobre la bandeja dos pastillas de risperidona y un vasito de agua. Se van.
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La impostora.
General Fiction¿Imaginaste alguna vez como sería despertar en el cuerpo de tu ídola y vivir por unos segundos como sería estar en su lugar? ¿En qué sociedad viviría/as? ¿Sería/as feliz?