Nunca me dejes.

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Era de noche. Hacía rato que debería estar dormida, pero no podía dormir. La cabeza le daba vueltas con tantos problemas. Le sudaban las manos...

-¿Porqué? -se preguntó a sí misma en un susurro.

Bueno, mañana intentaría aclararlo todo. No podía dejar las cosas así.

-¿Qué pasó?

-Quería hablar contigo. -le dijo a Luis.

-¿Conmigo? ¿De qué?

-Luis... desde ayer estás muy frío conmigo -empezó y las lágrimas se asomaron por sus ojos -Yo... te quiero... y no sabes cuánto. Me duele muchísimo el verte tan distante de mí. Sentir como te vas alejando más y más... y que no puedo hacer nada para retenerte, para agarrarte fuertemente de la mano y no soltarte jamás...

-Cariño, pero... ¿por qué te pones así? -le cogió la mano y la puso en su corazón -No me ocurre nada, de verdad, siento si me notaste algo distante. Los estudios me agobian y me da dolor de cabeza...

-¿No... me has dejado de querer?

-Claro que no, tonta -ambos sonrieron -Te amo.

Y se besaron. Un tierno beso lleno de amor y de sentimientos. Volvió a sentir, por un momento, las miles de mariposas en su vientre. Lo amaba y él la amaba. Era completamente feliz y sonreía.

Llegó a su casa, después de la escuela, muy contenta. Andaba en las nubes, pensando miles de momentos bonitos que pasó con Luis, su novio desde hacía más de 2 años. Estaba segura de lo que sentía por él. Lo amaba desde lo más profundo de su corazón. Ahora sí podría contestar a la pregunta que le hizo su papá el otro día.

<<-Sí, papá -pensó -Estoy completamente segura que quiero envejecer junto a Luis>>

-Laura, hija, baja... -la llamó su mamá desde las escaleras con un hilo en la voz.

-Ya voy -gritó alegremente.

Su mamá se encontraba llorando. Tubo el presentimiento de que algo malo pasaba y sus propias lágrimas, sin saber qué había ocurrido, comenzaron a salir sin parar. Le dolía fuertemente la garganta y no podía pronunciar palabra.

-Laura -dijo su mamá entre llantos -Tu padre... ha tenido un accidente y ha... ha...

-¡NO! -gritó sin poderlo evitar y salió corriendo hacia la calle cerrando la puerta de un gran golpe.

Corría y corría, sin saber a dónde iba. Sólo quería gritar, llorar... Sentía un gran vacío dentro de ella.

No podía dejar de llorar, por más que lo intentaba...

Llegó a un acantilado, dónde le gustaba ir siempre que tenía alguna pelea con sus padres. Siempre le había encantado ese lugar. Tenía unas vistas estupendas, aunque ella tenía un poco de vértigo, le daba igual. Disfrutaba de las vistas, sentada en un viejo sofá que habían arrojado descuidadamente allí. Se sentó en el y miró el sol, aun resplandeciente en lo más alto del cielo de un color anaranjado ya.

Su móvil comenzó a sonar con una alegre melodía. No quería contestar, pero no dejaba de sonar, así que miró qué número la llamaba. Luis. Rápidamente contestó. Lo necesitaba.

-Hola, cariño -la voz de Luis era alegre -¿Te apetece ir a cenar ésta noche al restaurante Chino?

No pudo contener las lágrimas, por más que lo intentó.

-¿Qué te ocurre? -ella no paraba de llorar -Dime dónde estás que salgo ahora mismo y voy a buscarte...

A los 5 minutos ya estaba acurrucada contra él. La abrazaba, fuertemente contra su pecho. Le acariciaba la cabeza y murmuraba unas palabras de consuelo.

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