Capítulo 8

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El jueves le doy una oportunidad al azul. Resulta que el blanco resalta mi piel morena, y habían otras opciones de blanco, pero no me pareció buena idea repetir el color dos días seguidos. El vestido en cuestión consta de un escote esta vez, pero es sólo un ligero corte en V que no deja ver absolutamente nada. De todos modos, tampoco tengo un pecho tan grande, así que termina siendo lo menos sensual posible, gracias a ello., mientras que una faja fina del mismo color con la hebilla metálica dorada me entalla la cintura mínimamente.

Al menos en la mañana no morí de frío en la calle, camino a la puerta principal. Me he traído un saco a juego apenas sobre puesto en mis hombros para cubrir el frío, pero contra la nieve no hay nada que haya podido hacer. Mi cabello quedó cubierto de ella, pero afortunadamente ha bastado una sacudida para quitarla.

—¿Clara?

Dejo de hacer lo que estoy haciendo para mirar a Pike. Va con una taza de café y la mano metida en el bolsillo.

—Dígame, señor Pike.

—Estoy esperando a un sujeto que vendrá a dejar su currículum a la empresa. Layla está muy ocupada como para atenderlo, si no es mucha la molestia…

—No se preocupe —lo tranquilizo—. Yo lo puedo atender.

Asiente, sonriendo. —De todos modos, sólo voy a la cafetería y regreso. Si llega, pídele que me espere en el despacho.

Por lo general, no suelo encargarme de asuntos tan ¿cómo llamarles? ¿Personales? Dos años no son suficientes, pero dada la manera en la que trabajo y lo confiable que resulto ser, mis jefes confían en mi cuando Layla o alguna otra empleada veterana no puede encargarse. Me pregunto si Ben tiene que ver con esto, porque si alguien puede hacer constar que soy una buena secretaria, ese es él.

Hay días en los que siquiera nos vemos salvo cuando llega a la empresa y va directo a la oficina, porque mi cubículo está diagonal a su despacho, precisamente. Un poco lejos, pero en el mismo pasillo, de todos modos. Así que no es de sorprender que no nos hayamos cruzado durante todo el día hasta en el almuerzo, cuando lo encontré recostado a la pared esperando a que yo le diera espacio para usar la cafetera. Bueno, espacio había, pero supongo que no quería incomodarme poniéndonos tan cerca uno del otro en un espacio tan pequeño como lo es el cuarto de cafetería. Es sólo una mesa con pilas y pilas de panecillos, una cafetera y el microondas al lado.

Y se supone que es la cafetería más grande los tres pisos. No quiero imaginar la cafetería del primero.

—Vengo para una entrevista con el señor Pike Bardem.

—Claro. Deme un momento —pongo punto final a la carta que estoy redactando y me alejo del monitor. Normalmente tiendo a estar pegada cuerpo a cuerpo contra el escritorio. Odio escribir tan lejos de la pantalla—. El señor Pike va a tardar en…

Entonces mi boca se cierra de golpe. O más bien, mi garganta, porque mis labios permanecer entreabiertos por la impresión.

Yo miro al sujeto junto a mí, al otro lado del escritorio y él me mira de vuelta. Parece que nos ha tomado con sorpresa a ambos porque luce igual de sorprendido que yo.

—¿Eres el tipo del currículum? —le pregunto, casi sin voz, pero no consigue responderme porque Pike reaparece con su taza nuevamente llena de café y una dona glaseada en la mano.

—¿Es el que viene por la entrevista?

—Yo… sí. Ese soy yo.

Él le responde con amabilidad. Esa que perdió conmigo al poco tiempo. Aunque sigue mirándome fijamente, tanto como puede.

—Acompáñeme al despacho. Clara, ¿puedes traerle un café? —el señor Pike lo mira un instante— ¿Azúcar, con o sin leche?

Genuinamente guardo la esperanza de que rechace la sugerencia, pero me equivoco. Milo sonríe con ironía, hay una chispa de maldad en sus ojos, como si esto fuera realmente gracioso. Finalmente contesta.

Llévame a cualquier lugar [URN II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora