Querías agarrarlo del brazo y agitarlo, te estaba desesperando que no siguiera la receta tal cual estaba escrita y eso provocara que la comida estuviera en automático mal, con mal sabor y provocándote un ataque de enojo.
—¡Es que para eso existe una receta! Debes de seguirla.—Gruñiste entre dientes, masajeando tus sienes.
—Pero de esta manera sabrá mejor.—Comentó con una sonrisa, sin ser consciente de tu mal humor.
—¡No se trata de que si tiene mejor sabor o no, debes de acatar lo que se te indica!—Casi estrellaste tu pie contra el suelo, pero te aferraste a la barra de la cocina frente tuyo.
Se giró con el tazón y la batidora, mirándote.—Un intento más no hace daño.
Sin poder soportarlo, te acercaste para retirarle el tazón de mala manera junto con la batidora, dejándola sobre la barra.—Sal de la cocina, solo lo estás arruinando.
—Pero...—No lo dejaste terminar cuando lo empujaste, llevándolo fuera del lugar.
—Sal de aquí, solo estás arruinando todo.—Por alguna razón, las palabras parecían no encajar con la situación, por lo que su expresión se transformó en sorpresa combinada con un leve dolor.
—¿Qué es lo que pasa?—Cuestionó, deteniendo que lo siguieras empujando a la salida.
—Nada, yo terminaré de cocinar.
—No me estás diciendo algo.—Cuando dejaste de luchar por sacarlo de la cocina, alzó su mano para levantar tu barbilla.—¿Por qué estás molesta?
—No estoy molesta.
—Claro que lo estás, pero esto no se trata de solamente de la receta, ¿Qué es lo que pasa?—Cuando trató de rodearte con sus brazos, te alejaste.
Desde la mañana habías amanecido de mal humor, sensible por todo lo que te rodeaba y sin razón alguna. Odiabas sentirte así porque sentías que no controlabas tus cambios de humor, todo te estaba disgustando y te desquitabas con personas que no tenían la culpa, un ejemplo era tu novio que desde que llegó al departamento había recibido tu mala actitud y tu indiferencia. Ahora notaba tu molestia, haciéndote sentir peor porque no querías ser grosera con él, solo te estaba haciendo compañía y además él solo estaba tratando de quitarte la carga de cocinar mientras te ocupabas en otras cosas, luego haciéndote reír por tus intentos fallidos de cocinar aunque eso te estaba causando estrés innecesario.
Sabías que si en ese momento te seguía preguntando y te abrazaba tal como eran sus intenciones, solo te quebrarías y no querías llorar, no cuando te iba a cuestionar el porqué estabas llorando y no sabías qué responder, no tenías una respuesta fija a ello.
—Dime qué es lo que te molesta y lo podemos solucionar juntos, no tienes porqué guardártelo.—Sostuvo tus manos contra las suyas, llevándolas contra sus labios mientras esperaba tu respuesta.
Tus hombros comenzaron a temblar, bajando la mirada cuando las lágrimas comenzaron a salir sin control alguno, empapando tu rostro en cuestión de segundos. Cuando el primer sollozo escapó de tus labios, no esperó por más tiempo antes de estrecharte contra sus brazos, haciendo que terminaras llorando por completo contra su pecho.
—Sh, estoy aquí. Te tengo, no tienes porqué llorar.—Susurró contra tu cabello, sosteniéndote.
No hablaste, simplemente seguías llorando sin poder detenerte. Resentías todo lo que había pasado en el día, sintiéndote mal contigo misma y con todo, no pretendías comportarte de esa manera pero no sabías como controlarlo. Solo querías que acabara el día y poder dormir, haber llorando en cada oportunidad que tenías te hacía doler la cabeza, además de que sentías tus ojos pesados ante el evidente llanto.
—¿Quieres hablarlo?—Cuando negaste, él asintió.—Bien, ¿Quieres comer algo?—Volviste a negar, sentías el estómago revuelto y no tenías apetito.—De acuerdo, entonces ¿Qué te parece irnos a recostar? Así veremos si podemos tranquilizarte y simplemente reposar ahí, ya no nos molestaremos en nada más que estar ahí para poder descansar, de aseguro fue un día largo para tí.—Besó tu frente antes de maniobrar y cargarte de mannera nupcial, haciendo que envolvieras tus brazos sobre su cuello.
Caminó por el pasillo hasta tu habitación, donde te recostó sobre la cama mientras se ocupaba de otras cosas. Lo viste entrar y salir en repetidas ocasiones, escuchando como era apagado el sonido del televisor, como los focos de la cocina y sala eran probablemente apagados conforme avanzaba. Recordaste el desastre en la cocina y cerraste los ojos, necesitando encontrar el valor de levantarte y ayudarle, pero en ello entró nuevamente con una sonrisa.
—Ya no te preocupes nada de ello, yo me ocuparé antes de irme, ¿Te parece?—Se recostó a tu lado, dejando su frente sobre tu sien.
—No te vayas.—Pediste, tomando su brazo para que te abrazara mientras te acomodabas mejor, dándole la espalda.
—Si no quieres que me vaya, no me iré. Estaré aquí tanto como me necesites, siempre y cuando logres descansar.—Depositó un beso sobre la cima de tu cabellera y te abrazó con fuerza contra su pecho.
Con un suspiro cansado, cerraste los ojos y disfrutaste de la cercanía, sintiéndote un tanto más tranquila. Con un hilo de pensamientos con los sucesos del día, te quedaste dormida entre sus brazos, esperando que el día siguiente fuera mejor.