"Caperucita roja."Me sentía feliz, si bastante, desde que abrí los ojos no había dejado de pensar en lo que tenía en la mano, en la comida, tenía mucha hambre, bastante para ser sincera, pero toda esa felicidad que tenia se fue, porque me sentí triste por un pensamiento que llego a mi mente, "ya no voy a comer con madre, voy a comer sola desde ahora hasta siempre". Camine devuelta, con la cabeza baja, se supone que es así desde ahora, estar sin madre, estar sola. Llegue al comedor con la comida en la mano.
-¿Sucede algo?,- negué con la cabeza, la verdad no pasaba nada, solo era yo y mis pensamientos. Cuando ellos terminaron de comer, subieron las escaleras y yo me encargué de llevar todos los trastes que estaban en la mesa a la cocina, y antes de comer, me dispuse a fregar todo y dejar la cocina limpia, y solo así, cuando acabe, pude por fin comer, era la misma comida de siempre, pero estaba más deliciosa que nunca, no sé si era el hombre o que, pero me la comí con todo el amor del mundo. Aunque no pude disfrutarla como quise porque tuve que subir, a terminar de hacer mis quehaceres con mis esposos, así que bebí agua, limpie la cantina y fui a ponerla donde mismo estaba, y sin poder ver otra vez, aquellas cosas pegadas a la pared.
Subí las escaleras despacio, tenía un poco de pesadez, y me dolía la cabeza, tal vez por el hambre que pase, cuando llegue al aposento, lo primero que hice fue entrar al cuarto de baño poner la silla en el lado de bañarse y encender la leña, para poder calentar el agua y así poder bañarlos, si, a ellos. No sé dónde estaban, porque cuando entre, no estaban aquí, fui al armario, y saqué dos pares de ropas, las más cómodas que encontré y las puse en las sillas. No sabía donde estaban, pero quería que aparecieran ya, no quería que el agua se calentara más de la cuenta.
Que raro era ya no estar con madre, era raro ser esposa, "ya no ser niña", estaba pensando lejos que me asuste cuando escuché la puerta abrirse, eran mis esposos, los dos, no sabía sus nombres, y no sé me hacia cómodo conocerlos por el color de sus cabellos, pero era lo que sabía.
-¿Ya vas a bañarnos?,- asentí con la cabeza, y camine hasta la puerta del baño para abrirla, paso primero mi esposo de color amarillo, y respire hondo para mi misma, esto iba a ser largo. Cerré la puerta y me centré en lo que me toca.
No tenía mucho con ellos, pero él, él era muy agresivo, como padre, así que estar con él, me daba mucho miedo, porque siempre salía lastimada.
No había pasado mucho cuando el salió por la puerta del cuarto de baño, y yo salí detrás de él, herida... otra vez. Seque su cabello y su cuerpo, aplique crema y antiperspirante, y deslice la ropa despacio por su cuerpo, era muy bonito, -Bueno... no sabía la diferencia de bonito o feo, porque nunca había visto algo feo.- tenia muchos brazos, y era muy alto, su cabello era muy suave, y me gustaba lavarlo, se sentía bien entre mis manos, y quedaba con muy bonito olor. Solía mirar siempre para el piso, pero las veces que mire sus ojos, eran oscuros, como la noche, pero otra veces, eran más claros, o más verdes, sus ojos me daban muchas curiosidad. Mi otro esposo estaba acostado, mirando algo que tenia en sus manos, -solía verlo mucho en el cuarto de mis hermanos,-aparte la vista de él y me centre en el que tenía enfrente. Cuando termine de cambiarlo, el solo salió por la puerta, así que volví a caminar por la puerta, y después paso mi esposo de cabello rojo. Cerré la puerta después de que él entró, y me dispuse a desvestirlo, era más grande que mi otro esposo, y por eso se me hacía mas difícil, y me sorprendí cuando él mismo me ayudó a quitarle la camiseta que tenía puesta, entro a la bañera y se sentó, yo entré después de él, no tenía nada puesto, solo mis pataletas con cositas, así que no tenía que quitarme nada.
Busque el jabón, ya que era un jabón diferente al de mi otro esposo, este era verde, y el de otro era azul, tomé la esponja de bañarlos, y con la otra mano vertí el agua caliente en su cuerpo y pase la esponja enjabonada de jabón, su cuerpo tenía muchas manchitas y por más que pasara la esponja no se iba, era como si estuvieran pegadas a él, -Pero me tomo por sorpresa que cuando lo bañe antes, no la había visto.- así que seguí bañándolo, esperando que con el agua se vaya esas manchas, cuando termine de su cuerpo fui a su cara, estaba con los ojos cerrados y termine encontrándome con esas mismas manchas, en casi toda su cara, no había dicho ninguna palabra, y eso me daba miedo, -¿y si era por qué lo estaba haciendo mal?- pase mis manos enjabonadas por su cara, despacio, desde sus labios hasta sus orejas, y nada que se iban esas manchas, y un quejido involuntario, pequeño y despacio salió de mis labios, y me asusté, solo... solo es que me sentía frustrada por no poder bañar a mi esposo bien, así que solo me quede quieta, con los ojos cerrados y con mis manos en su cara esperando el golpe, pero lo que sentí fue sus manos tomando las mías y dejando un beso en cada una de ellas.
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El pecado de ser mujer.
Ficção Histórica-Madre, ¿por qué ellos si pueden salir y yo no?, ¿por qué nosotras no?- susurré mientras escuchaba el sonido que siempre sonaba cuando "ellos" salían, salían por esa... ¿esa? ¿Por dónde ellos salían?, y... ¿a dónde iban?, ¿qué era eso?, era un miste...