Bajé la ventanilla del coche, el aire fresco chocaba con mi cara. Mis padres conducían mientras yo, con mis auriculares, escuchaba mi música, sin prestar atención a lo que decían.Vi el cartel, "Bienvenidos a Broughton".
Sabia que desde este momento, ya nada seria igual.
Mi madre aparcó el coche, fue entonces cuando me bajé y vi lo que seria mi nuevo hogar. Era una enorme casa, tenia piscina, dos plantas, y un jardín enorme. Abrí el maletero y mis dos perros bajaron corriendo del coche. Eran dos goldens, Pipo y Laika. No sé que haría sin ellos. Instantáneamente fueron corriendo hacia el enorme jardín y se pusieron a jugar entre ellos.
—Daila! —Escuché. Era mi madre.
—¿Qué pasa, mamá?
—Coge tus maletas, tu cuarto está en la segunda planta, sabrás reconocerlo.
Cogí las maletas y subí. Efectivamente, supe cual era mi cuarto nada mas verlo. Era grande, tenia un cama de matrimonio. Mi sueño desde que era pequeña era tener una, las paredes estaban pintadas de blanco, excepto una, que era gris. Justo como lo pedí. Tenía un tocador, con un espejo enorme y varias luces. Me encantó.
Me tumbé en la cama y me puse con el móvil pero mi madre en un instante me interrumpió.
—Cariño, la vecina esta abajo esperándote.
—Qué vecina, mamá?— Levanté las cejas.
—Verónica. Es una chica muy agradable, ira al mismo colegio que tu, ve a conocerla y así tendrás una amiga para ir mañana al colegio y te ubique un poco, de acuerdo?.
Bajé de casa y vi a una chica pelirroja, tenia el pelo largo y muy bonito. Era muy guapa. Me sonrió, supuse que ella era Verónica.
—Hola! Encantada, soy Verónica pero todos me llaman Vero, supongo que tu eres Daila.
—Sí, yo soy Daila, encantada de conocerte también.
Ella me sonrió.— Quieres venir está noche a cenar con mis amigas y conmigo? Así nos podremos conocer un poco más.
Dije que si con la cabeza y nos despedimos.
Me fui a la ducha y me empecé a arreglar para esta noche, no iba a ser nada especial pero quería dar una buena impresión. Verónica me había dado una dirección, me dijo que era del restaurante, así que me puse los zapatos y empecé a caminar hacía allí.
Tan solo tardé diez minutos en llegar. Cuando entré, vi a Verónica con dos chicas más, fui hasta la mesa y me senté.
—Chicas, esta es Daila.— Dijo Verónica.
—Encantada, soy África.
—Yo soy Amaya.
Me senté con ellas. La verdad que durante toda la noche me sentí muy cómoda. Eran unas chicas muy agradables.
Terminamos de cenar y volví con Verónica a casa.
—Y bueno, como fue que os decidisteis mudar aquí, Daila?
—En mi antigua ciudad vivíamos en un piso muy pequeño, y con mis perros y nosotros tres era un agobio. Y aparte, nunca acabé de encajar bien con la gente de aquella ciudad. Así que por esos principales motivos nos mudamos.
—Vaya. —Hizo una mueca— No pasa nada, seguro que aquí encajas con todos!
—Supongo. —Dije.
Llegue a casa y me fui a lavarme los dientes, mañana sería mi primer día en mi nuevo colegio. Podía salir o muy bien o muy mal. Me hice un moño, me puse mis gafas y me quedé un rato en la cama leyendo hasta quedarme dormida.