XVII. Punto de inflexión

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KATHERINE

Por la mañana, me despierto gracias a los primeros rayos de sol que entran por mi ventana.

Me doy un momento para frotarme los ojos con las manos y así intentar aclarar un poco más mí vista.

Giro un poco mi cuerpo para poder ver la hora en el reloj de mi mesita de noche.

9:58 A.M

Me giro de nuevo hacía la cama e intento moverme, pero los brazos de Tanner ceñidos sobre mi cintura y pegándome a su pecho, me impiden moverme.

Lo más gracioso es que cuando intento levantar mi torso, él murmura algo en sueños mientras mantiene los ojos cerrados y me acerca más a su cuerpo.

Yo resoplo y, cayendo rendida a él, me vuelvo a apoyar en su pecho.

Sé que no voy a ser capaz de conciliar el sueño de nuevo, por lo que me limito a mirar a Tanner. Que se haya quedado a dormir conmigo esta noche me ha sido de gran ayuda para pasar un buena noche y, aunque él no lo sepa, para mí el sentir su presencia ya me hace sentirme más segura, protegida.

Ese aura oscura y fría que pretendía aparentar al principio ha desaparecido por completo. Su presencia ha pasado de ser incómoda y molesta para mi, ha ser de las mejores cosas que me podían pasar en días como estos.

Me quedo algo hipnotizada admirando como los mechones dorados reposan desordenados sobre su frente, algunos incluso sobre sus ojos. Su expresión es de total tranquilidad, sus párpados están cerrados, su boca descansa sin estar en tensión y su respiración es regular.

Parece tan tranquilo, inocente y vulnerable que no puedo evitar esbozar una sonrisa.

Alargo mi brazo para alcanzar los mechones de pelo que se agrupan en su frente. Los aparto rozando su piel con las yemas de mis dedos.

Él se despierta ante mi toque.

Abre los ojos lentamente con el ceño fruncido.

Sonrío aún más.

—Buenos días —le digo mientras termina de pasar la mano por su frente.

Él sonríe al verme y me vuelve a acercar a su pecho.

—Buenos días —me responde él.

Me deja un beso en la coronilla.

Yo me abrazo a su cuello, porque no quiero levantarme. No quiero enfrentarme a la realidad de tener que aguantar a mis padres y que él no esté aquí para ayudarme o apoyarme.

—Creo que deberíamos bajar a desayunar —aconsejo.

Tanner me coloca mejor sobre su cuerpo y gruñe sobre mi hombro.

—Me niego a soltarte.

Yo río mientras él me junta más —si es que eso es posible —a su cuerpo.

—Y yo me niego a estar dos minutos más sin comida en el cuerpo.

Él ríe, pero acaba por soltarme.

Una vez libre de sus brazos, me levanto de la cama y me giro para mirarlo.

Joder, es demasiado guapo como para ser real. Es innegable su belleza, pero verlo tumbado en mi cama con un brazo detrás de la cabeza, una sonrisa en el rostro, el pecho sin camiseta —dejando así ver sus tatuajes— y la forma en la que me mira me hace darme cuenta de cuán atractivo y guapo es.

Porque sí, Tanner es tanto guapo en cuanto a rasgos faciales, como atractivo a la hora de tratar a alguien. Esa manera en la que impone respeto con su solo presencia, como es realmente con la gente que quiere y la manera carismática que tiene de tratarte hace que él tenga el combo perfecto.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora