𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒄𝒖𝒂𝒓𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒚 𝒐𝒄𝒉𝒐

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Capítulo cuarenta y ocho: Viajar.

El ruido de unos pasos caminando de un lado al otro, abriendo el placard, cerrando el cierre de algo fue el causante de que poco a poco se despertara, abriendo sus ojos lentamente, abrazó con fuerza la almohada que tenía frente a él, estaba acostado en la cama. Notó que su pareja no estaba a su lado, sentándose asustado para mirar a su alrededor.

El polaco acomodaba su bolso, pero al oir su movimiento, levantó la cabeza y se paró.

—Gavi...

—¿A... a dónde vas?— se levantó de golpe de la cama y fue tomado de la cintura con fuerza al ver que se iba a caer, sus piernas no tenían la fuerza suficiente para mantenerse de pie.

—Gavi, no te levantes así. Aún tu cuerpo sigue dormido— lo sentó en la cama y se arrodilló frente a él—. Bien... anoche vine a verte porque pedí permiso para irme, pero hoy a la noche tengo el partido contra Moldavia. Me pidieron que volviera lo más pronto posible, pero me he quedado dormido.

—¿Te... te vas a Polonia?, ¿ahora?— estaba demasiado preocupado al saber que iba a irse, lo veía masajear sus piernas.

—Sí, ahora. Ve a acostarte a dormir— miró su reloj y se paró del piso. Tomó su bolso y fue abrazado por la espalda.

—No, no te vayas— se aferró con fuerza a su cuerpo.

—Gavi...— lo escuchaba respirar agitado, tomó sus manos.

—Quiero ir contigo, ¿puedo ir?— se paró frente a él.

No pudo evitar mirar sus ojos. Su mirada triste y preocupada le rogaba permitirle irse a su lado. Dejó su bolso en el piso.

—Busca tu ropa— lo vió soltar el aire, sonriendo ligeramente.

Acomodaron el bolso y salieron de camino al aeropuerto. Altas horas de la mañana y ellos caminaban por el lugar para hacer el papeleo y subir al avión. El lugar estaba bastante vacío, pero aún así habían personas que podrían identificarlos y hacer un poco más complicada su salida.

—Quédate cerca de mí siempre y si algún entrevistador se acerca, no digas nada— Pablo asintió con la cabeza, mirando hacia el suelo.

Se mantuvieron en un silencio durante todo ese tiempo hasta que abordaron y se sentaron en sus lugares. Durante el vuelo, su mirada salió de la ventana y miró al español. Cabizbajo, sin soltar ninguna palabra durante todo el camino.

Podía sentir su aura triste, se sentía culpable por algo. Saber que estaba mal en ese momento y no poder hablar para no hacerlo llorar en público lo lastimaba, le dolía el pecho de tan solo pensar en lo que le había podido pasar durante el tiempo que no se vieron.

Sacó una bolsa con galletitas saladas y se la acercó, llamando su atención.

—Gracias— agarró la bolsa y la abrió con cuidado.

Inconscientemente se acercó a su rostro y besó su mejilla, para luego dejarlo tranquilo.

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Finalmente llegaron a su destino y fueron a la casa del polaco. La ciudad un poco más fría que Barcelona, pero el cielo se encontraba despejado. Los letreros en una lengua que no entendía, le gustaban. Le parecía interesante ver el recorrido que estaban tomando. Finalmente entraron a la casa y su piel se erizó al sentir el frío ambiente, el silencio que habitaba el lugar.

Robert dejó las llaves de la casa y del vehículo en la mesa que estaba cerca de la puerta. Subió a la habitación dejando los bolsos con ropa sobre la cama. Pablo subió detrás de él, se sacó las zapatillas y subió a la cama, acostándose, mirando como guardaba la ropa dentro del placard.

𝒀𝒐 𝑻𝒆 𝑨𝒎𝒐 𝒂 𝑻𝒊 | 𝑳𝒆𝒘𝒂𝒏𝒅𝒐𝒘𝒔𝒌𝒊 𝒙 𝑮𝒂𝒗𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora