𝐍𝐎 𝐓𝐈𝐌𝐄 𝐓𝐎 𝐃𝐈𝐄.
❛ No confío en ex-policías. ❜
❛ Eso es estúpido, y siento ser yo quién te lo
recuerde, pero eres uno.❜
e𝒏 𝒅𝒐́𝒏𝒅𝒆 ─ lo último que brian
habría imaginado era encontrarse
a su ex-c...
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El olor a aceite se mezclaba entre sus fosas nasales y mientras oía con fastidio a Mia fingir toser con exageración, Neilea se acomodaba debajo del auto, con sus ojos destellando fascinados.
Probablemente, su único sueño relacionado a la felicidad era establecer un pequeño taller en algún lugar muy lejano a Estados Unidos. Puede que Rio, en Brasil, o más lejos aún, en Marruecos. Y trabajar allí cada fin de semana, como un pasatiempo, además de laborar como médica, sin temor a ser juzgada por quién era, su pasado, y su historial con la policía.
Sí, ella párpado, volviendo a la realidad. Probablemente debería concentrarse en su Porsche y no estar fantaseando con estúpidas ideas, otra vez.
Y la distracción perfecta para dispersar sus pensamientos fue el sonido de la camioneta de Harry, aparcando, y el tenso silencio que se hizo tras la pregunta de Toretto: —¿Qué demonios es eso?
—Este... es tu auto.
Neilea se levantó enseguida del suelo tras escuchar la voz, pero enseguida se arrepintió una vez que la parte baja de su auto chocó contra su frente en un estrépito —y humillante, a decir verdad— golpe.
Los ojos oceánicos del rubio se desviaron al suelo, con una sonrisa empezando a adornar su rostro. Desde que llegó había perdido su mirada en busca de la morena, pero no esperaba encontrarla en el suelo tras un ruidoso golpe y soltando maldiciones a lo bajo a diestra y siniestra.
Sin embargo, las burlas colectivas hacia ella no demoraron demasiado, puesto que los ojos de todos se centraron en lo que quedaba de una camioneta, que parecía estar a punto de desplomarse en medio pavimento.
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Dominic se río con gracia, pero si había algo que ninguno esperaba, era la carcajada que Neilea no pudo evitar, soltar de sus labios, a lo alto.
Pero no era una risa normal.
Era una carcajada limpia, a casi nada de ahogarse contra su propia saliva, y sintiendo las mejillas enrojecerse debido a la presión de mantenerlas tan estiradas en una sonrisa.
