En lo alto de una montaña, oculta en una densa niebla, se encontraba una aldea.
donde muchos años atrás no crecía ni una flor pero esto comenzó a cambiar hace ya varios años, pues en medio de una noche sombría algo resplandeció en el cielo, parecía venir hacia la aldea, todos los habitantes corrieron despavoridos, al ver que lo que del cielo caía tenía forma humanoide, por un efímero momento todo se oscureció y de pronto una deslumbrante luz aterrizó en el centro de la aldea.
Los aldeanos llenos de curiosidad salieron a ver que habia caído del cielo, grata fue su sorpresa al darse cuenta que donde antes no había nada apareció una joven doncella de belleza etérea, con largos cabellos blancos y ojos brillantes de color plateados, parecía salida de un sueño.
-Soy Artemisa, la Diosa de la luna, la caza y los animales salvajes. He venido aquí en busca de jóvenes doncellas que quieran unirse a mi séquito de cazadoras -dijo la Diosa- a las que se quieran unir se les concedería la inmortalidad a cambio de jurarme lealtad y hacer un voto de castidad renunciando para siempre a los hombres.
La mayoría de las jóvenes aldeanas caminaron hacia la diosa, y decidieron unirse a su séquito, como una sola se arrodillaron y le juraron lealtad, al instante que terminaron su juramento les rodeó una luz y la inmortalidad se les fue otorgada. La Diosa parecía muy contenta y con voz suave dijo:
-Bienvenidas mis nuevas hermanas cazadoras, es hora de irnos, nos esperan para seguir con nuestra cacería - les dijo la Diosa a las jóvenes- Desde este momento y para siempre vendré cada decana para buscar más cazadoras dispuestas unirse a mi a cambio esta aldea tiene mi bendición y protección.
Y como la diosa había llegado se fue, dejando a los aldeanos conmocionados, pues donde antes no había nada más que tierra seca, aparecieron árboles, flores y hasta un río. En agradecimiento a la diosa los aldeanos decidieron construir un templo para la diosa donde siempre se le ponían ofrendas para agradecer su bendición.
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