Recuerdo perfectamente mi primera visión. Ocurrió cuando tenía apenas 7 años, en una etapa en la que apenas dominaba la lectura y la escritura. Aunque podría parecer una simple casualidad para cualquiera, yo sabía en lo más profundo de mi ser que aquella extraña sensación en el parque, mientras jugaba con mi padre, no era una simple coincidencia. Había algo fuera de lo común.
Estaba sumergida en el disfrute de la infancia, gozando de la libertad y la felicidad que caracterizan esos momentos, cuando de repente, una extraña energía envolvió mi entorno. Mis sentidos se agudizaron y pude percibir que algo no iba bien. Intuitivamente, desvié mi mirada hacia un rincón apartado del parque, donde una sombra amenazante se ocultaba. Era como si el peligro acechara a punto de desatarse en cualquier instante. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y sin pensarlo dos veces, dejé de lado mis juguetes y me dirigí corriendo hacia donde mi padre conversaba con unos amigos, bastante alejado por cierto, buscando refugio en sus brazos.
Mi padre, notando mi evidente desasosiego, decidió permanecer a mi lado hasta que finalmente nos retiramos del parque. Y gracias al cielo que así lo hizo, porque días más tarde, mientras escuchaba el noticiero que mis padres sintonizaban por las noches, descubrí con horror que habían aprehendido a un individuo llamado Jorge Dobre, quien merodeaba por el lugar aquel fatídico día. Era nada menos que un despiadado violador y asesino de niños, literalmente a metros de donde yo estaba.
Desde ese momento, las visiones se han repetido una y otra vez en mi vida. Cuando experimento una de ellas, no dudo en abandonar inmediatamente cualquier actividad en la que me encuentre inmersa. Me ha sucedido bajarme precipitadamente del autobús en pleno trayecto, salir corriendo de la ducha con el cuerpo empapado, abandonar el supermercado con el carrito a medio llenar e, incluso, tomar decisiones drásticas como poner fin a una amistad de gran importancia en mi adolescencia.
Sin duda alguna, este don ha sido un arma de doble filo para mí. Me ha salvado en más de una ocasión de situaciones peligrosas, algunas incluso mortales. Sin embargo, a veces me gustaría no tenerlo. Desearía permitir que los acontecimientos sigan su curso natural, vivir una vida normal, no estar siempre estresada...
De todos modos, al fin y al cabo esto debe ser una ayuda, ¿No?.
Quiza algo de mi vida cambie cuando entre a este bar a beber algo, total, ya tengo 18.
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Sombras del Destino
FantasyDesde muy chica siempre sentí una conexión más allá de lo natural, pero nunca pensé que sería algo real. Sin embargo, algo cambió dentro de mí cuando conocí a Mateo, un chico que compartía los mismos dones y "problemas" que yo. Una de mis visiones m...