Capítulo 29

15 1 0
                                    

La boda - Sara.

El sol inundaba la preciosa finca del pazo donde se celebraba la boda. Pol está increíble, con su traje negro, su camisa blanca, sus líneas de tinta en el cuerpo y su sonrisa canalla. Le he hecho varias fotos para mandárselas a Ainhoa. Y para que me queden para el recuerdo, también.

Yo voy sencilla, con mi vestido buganvilla, tacones y bolso verde y un recogido en trenza que las manos mágicas de mi madre han logrado hacer. Y es que su hobby de este mes es la peluquería. Veremos cuanto le dura.

La celebración ha comenzado hace poco. Cuando vi entrar a Susana por el pasillo de pétalos que habían creado en ese jardín tan magnifico, una oleada de emoción me invadió el pecho.

Mientras leían sus votos, agradecí que el rímel que me había aplicado esa mañana fuese waterproof, porque me fue imposible contener las lágrimas. Pol me miraba de reojo, con una sonrisa cálida en su rostro.

Era una ceremonia religiosa, con todos los detalles cuidados. El lujo se abría paso en cada detalle, pero sin llegar a ser demasiado ostentoso.

La música era perfecta, la decoración era deslumbrante, todo daba lugar a una atmósfera ideal para un enlace así.

Pol y yo estábamos en una de las filas de bancos del medio. Al lado de algunos amigos. Otros, en la fila superior. Entre ellos, Simón y Sylvia.

Mi encuentro con mis amigos había sido sorprendentemente cómodo. Quizás es que en mi cabeza había planteado tantas veces todo lo que podría salir mal, que me había autosugestionado.

Pero la realidad fue otra. Se mostraron alegres de verme, cercanos y amables.

Paulatinamente les fui presentado a todos a Pol. Y aunque este se mostró seguro y relajado, yo ya tengo un master en leer su mirada y pude descifrar sin necesidad de que me lo confesase, que no estaba del todo cómodo.

Y lo entiendo. Pol siempre fue un chico normal, sencillo, de barrio humilde.

En cambio, mis amigos huelen a dinero y postureo a un kilómetro de distancia.

—Oye, Pol —dice Antonio, un chico rubio de mandíbula gruesa y corbata a rayas, que se encuentra a nuestro lado en la zona de los canapés —. ¿Y tú a que te dedicas? ¿O estás estudiando? Cuéntanos sobre ti.

—Pues... estoy acabando mis estudios de fotografía —murmura, mientras se lleva su copa a los labios.

—Anda. ¿La carrera? ¿Y qué tal te va? —se interesa otro.

—No, el ciclo. Pues muy bien, la verdad. Me gusta mucho. Es a lo que me gustaría dedicarme.

Noto como a varios de ellos les cambia ligeramente la expresión y me contengo para no hablar. Porque sé perfectamente cual es el motivo. ¿En serio el hecho de no tener una carrera universitaria puede importarle a alguien? ¿Te hace peor persona tener otro tipo de estudios o directamente no tener? Me acerco a Pol y me poso ligeramente en su brazo.

—Le gusta mucho y se le da genial —murmuro, orgullosa.

—Seguro que sí — añade Alberto —. Aunque es una pena que no sigas ampliando tus estudios. Hoy en día, un ciclo superior es algo muy básico. Seguro que puedes aspirar a más. Yo tengo colegas en la universidad de Comunicación Audiovisual de Madrid. Si quieres entrar, puedo hacer un par de llamadas y pedir información.

Pol responde relajado, con una mano en su bolsillo y la otra en su copa, haciendo un gesto negativo con la cabeza.

—Que va, gracias, Alberto. Tengo ganas de comenzar a currar. Ya tendré tiempo de ir a la universidad si me apetece.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora