CAPÍTULO 54 → FARAH

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DESPUÉS DE LEER ESTO VUESTRAS ESPECTATIVAS VAN A SUBIR A LA ESTRATOSFERA.

Después de casi siete horas, la puerta de la habitación se abrió. Isaac había estado fuera casi todo el día.

Entró y cerró la puerta. Yo tragué grueso. Suspiró y me miró. Le sonreí y giré la cabeza, dejando un libro sobre la mesilla de noche. Aun estando de espaldas a él, sentía su mirada en mí. Después, noté unos brazos fuertes y familiares rodearme la cintura. Isaac apoyó la barbilla en mi cabeza y suspiré, tratando de ralentizar los latidos de mi corazón.

─ ¿Cuánta gente había en ese sitio? ─ pregunté ─. Has estado fuera casi siete horas.

─ Lo siento ─ me ofreció unas patatas fritas de McDonald's y yo sonreí y robé una ─. De eso quería hablar.

Me giré entre sus brazos y quedamos cara a cara. Tragué mi patata frita y él, por un segundo, miró mis labios.

─ Dime ─ sonreí y acuné su mejilla en la palma de mi mano. Él sonrió también.

─ Cámbiate de ropa.

Fruncí el ceño. ¿Para qué tenía que cambiarme de ropa?

─ Te recomiendo que te pongas pantalones cortos y manga corta. Hará calor.

─ ¿Por qué? ─ me sentía más confusa que nunca.

─ Tú solo hazlo ─ rio al notar mi desconicierto ─. Te espero aquí.

Un aluvión de nervios se arremolinaron en mi estómago. Sonreí. No sabía por qué tenía que vestirme, pero tenía curiosidad. Dejé un beso dulce y cálido sobre sus labios e hizo una mueca.

─ Sabes a sal ─ mofó ─. He pedido las patatas con mucha sal. Sé que te gustan así.

─ Idiota... ─ me separé de él y sonreí. Me acerqué al armario y lo abrí. Él se quedó ahí, parado, mirándome.

Cogí un un top sin mangas negro, unos pantalones cortos vaqueros, mis Converse negras y me metí en el baño, después de sonreírle a Isaac de nuevo.

Me cambié rápidamente y tragué saliva cuado me vi en el espejo, tratando de deshacer el nudo que se formó en mi garganta. Me veía mal. Todas mis cicatrices se veían, líneas blancas por mis muslos y brazos. Todas mis inseguridades quedaban a la vista de cualquier persona que me viese. Suspiré, me coloqué un coletero negro en la muñeca, pasé mis dedos por mi pelo y salí del baño. Isaac estaba ahí, de pie, aguardando a que yo saliera.

─ ¿Estás ya?

─ Creo ─ dije, pero mi voz sonó quebradiza. Me sentía mal conmigo misma. Sentí que mis ojos se humedecían.

─ Farah, ¿estás bien?

─ Sí, sí. Da igual ─ me esforcé por sonreír ─. Solo es que no me veo muy bien. No importa. Es una tontería.

─ ¿Por qué dices eso? Estás preciosa. ─ Reconoció.

─ No sé, no me siento bien. Me veo mal. Mis brazos, mis piernas, mi pelo... No me veo bien.

─ Ven aquí ─ me estrechó entre sus brazos antes de que yo pudiera decir nada ─. Tus brazos están bien. Son bonitos. Y tus piernas. Y las cicatrices también. Está bien tenerlas. No estás cometiendo ningún delito ─ suspiré y cayó una lágrima de mi ojo. Solo que esta vez no era de tristeza ─. Y tu pelo es precioso. ¿Por qué crees que la gente te mira por la calle?

─ Créeme, sé por qué lo hacen ─ toqué mis brazos con inseguridad. Lo hacían por mis horribles brazos y por mis horribles piernas, repletas de cicatrices.

El deseo de amar para siempre [TERMINADA ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora