- ¡Al fin regresaron! La próxima vez yo también quiero conocer las vertientes...- los interrumpió Samir.
-¡Oh Samir! ¡Te va a encantar! Hay paisajes muy muy muy bonitos.- le contestó Samira.
-¡Genial! ¿Y cuando piensan volver? - preguntó Samir...
-No lo sé...- dijo Zeth
- ¡Espero que muy pronto! ¿Verdad? - dijo Samira mirándolo con sus ojos azules, obligando a Zeth a desviar su mirada.
-Si...- se limitó Zeth a contestar.
- ¡Bien! Porque hoy fuimos al mercado y la verdad que es divertido las tiendas, pero debe ser más divertido conocer las montañas...-
-Para mi lo es... sin duda.- dijo Zeth con media sonrisa.
- ¡Ya lo creo! La próxima, no me lo pierdo...-
Los tres entraron luego a la casa y Zeth no tardó en disculparse y se fue a su habitación. El bullicio de la familia reunida no lo dejaba poner su cabeza en orden, o tal vez era que se sentía confundido con lo que estaba empezando a sentir por Samira... Después de este día y de que ella empezaba a mostrarse con más confianza hacia él, sentía que perdía un poco el control de sus sentimientos y eso le molestaba. Le molestaba no sentirse capaz de hacerla feliz, le molestaba saber que se casarían obligados, con prisa, casi sin conocerse y que el fuera el motivo por el cual ella tuvo que abandonar toda su vida en el nuevo continente. No sabía que es lo que ella en verdad quería, porque sus manos y pies vendados le recordaban que ella quería huir, que la convencieron de que se quede, así como lo convencieron a el de que aceptara el compromiso, aquellas vendas le daban la impresión de que eran como grilletes de una esclava y el no quería tener una esclava de esposa. Le molestaba que el fuera su única opción ante la muerte o el exilio. Le molestaba pensar que ella, tan frágil y delicada como parecía, iba a estar sola como su madre, la mayor parte del tiempo... Se miró al espejo y vio su cicatriz, y se molestó más consigo mismo, el no podía hacer feliz a Samira, él no podía tener a nadie que lo ame, el no podía atar su corazón y su alma a nada ni a nadie ¿Cómo permitió que esto llegue a tanto?... Se quitó su shemagh, aún olía a lavanda, aun tenía ese suave y fresco toque que le hacia recordar la sonrisa de Samira, se sentía tan bien, pero no podía permitírselo, el no se merecía las sonrisas de Samira, el no podía condenarla a su mismo destino.
Se dio un baño, se cambió de ropa y se fue un rato al balcón... las estrellas brillaban en el cielo azul oscuro, no faltaba mucho para la cena, pero necesitaba no pensar en nada por un rato.
Pero el silencio no duró mucho, la luz en la habitación de Samira se encendió...
- ¿Crees que pueda usar esta noche otra vez el vestido que me regaló Tía Anisa? - La voz de Samira se oía alegre y vivaz, se la notaba muy animada...
- ¡No veo porque no! Pero no te demores, la cena se servirá en cualquier momento. -
-Sí, sí... Mamá... ¿me ayudarías luego a maquillarme un poco? -
-Pero tú lo haces muy bien, te queda muy bonito el delineado y...-
- ¿Lo crees? Es que... quiero aprender a hacerlo como tú... Hade lo hizo el otro día, pero para hoy, me gustaría más como tu lo haces. -
-Oh, pero a ti te sale mejor... ¿A qué viene de repente tanta inseguridad? -
Zeth se levantó de su asiento, sintió que no debía seguir escuchando, pero la respuesta de Samira lo paralizó.
-Es que... quiero estar bonita para... Zeth. - dijo tímidamente Samira -Me gusta, mamá. Él es muy apuesto y ... no quiero que me vea como una niña...-
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Los hijos del Desierto
RomanceEn medio de un nuevo éxodo, la gente busca volver al viejo continente donde las leyes y las costumbres son más fuertes que nunca en una búsqueda desesperada de repoblar el mundo. La poderosa sangre de los bendecidos por el dios Seth debe prevalecer...