Una leve brisa agitaba el borde de las faldas de Anne y Lillian, que caminaban agarradas del brazo por un ancho sendero. De las copas de los árboles caían hojas secas del color de los ojos de Anne, que observaba el lugar con una mezcla de paz y melancolía. Juntas se alejaron del pícnic y se internaron en el corazón del parque, donde no había ni un alma y el silencio era solo interrumpido por el movimiento de las ramas de los árboles, los cantos de los pájaros, y, ahora, por las pisadas de las dos jóvenes.
—No esperaba que vinieras —comentó Lillian.
Anne tardó unos instantes en responder, y, cuando lo hizo, no la miró. Seguía observando el parque y todo lo que había en él con esa expresión que confundía a Lillian.
—Hacía mucho tiempo que no lo hacía. A decir verdad, lo echaba de menos.
—¿El parque? —dijo Lillian—. ¿Habías estado antes?
—Sí... Solía venir con mi hermano.
«Solía». Lillian fue a decir algo, pero decidió cerrar la boca. La manera en la que Anne había dicho eso le hacía pensar que no habían dejado de venir solo porque se habían aburrido.
Anne suspiró.
—Es una pena que el parque tenga un nuevo dueño. —Se agachó para coger una flor de una mata de hierba—. He oído que planea hacer algunas reformas.
Lillian sonrió aliviada. No era nada malo, después de todo. O, por lo menos, nada horrible; a su amiga no parecía alegrarle que alguien hubiera comprado el parque.
Siguieron caminando. Pasaron unos minutos en silencio, pero a Lillian no le pareció incómodo.
—Bonito vestido, por cierto —dijo Anne un rato después—. Te queda muy bien.
Lillian sintió que enrojecía levemente.
—Gracias. Es nuevo. Importado de Norteamérica.
Anne sonrió.
—Me encantaría ir a Norteamérica —admitió—. Y a Asia. Me gustaría ver el mundo entero. Seguro que es mucho más interesante que Londres.
Lillian alzó una ceja.
—Londres puede ser muy interesante, si tienes la compañía adecuada.
Anne se quedó de piedra y la miró con los ojos abiertos y la cara colorada. Lillian se echó a reír y la otra se le unió rápidamente.
—Vaya, Lillian, qué descarada —bromeó.
Lillian soltó una carcajada y siguieron riéndose varios minutos, hasta que Lillian logró recomponerse e instó a Anne a seguir caminando.
—Antes has dicho que tienes un hermano, ¿me equivoco?
Anne esbozó una sonrisa.
—Se llama Jacob. Te caería bien, creo.
—Si se parece a ti en lo más mínimo, nos llevaremos perfectamente. Me encantaría conocerlo.
La sonrisa de Anne se esfumó de un plumazo. La joven apartó la mirada y la clavó en sus botas.
—No creo que eso sea una buena idea —musitó.
Lillian frunció el ceño con preocupación.
—¿Qué ocurre, Anne?
Anne se mordió el labio.
—Se marchó. Jacob. No sé cuándo va a volver, pero sé que no va a ser pronto.
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Lo que no sabían
RomanceInglaterra, siglo XIX. Anne es una joven curiosa y entusiasta que lucha contra los estándares impuestos por la sociedad. Lillian, por el contrario, se esfuerza por encajar y hacer sentir a sus padres orgullosos. Cuando se conocen, en ellas nace un s...