𝐼𝒳 -𝓕𝓮𝓻𝓪-

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*Separador: Gally*

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*Separador: Gally*

¿¡Cazadora!?

¿¡Por qué mierda los mundanos siempre quieren ser el centro de atención!?

Estúpida Carly.

He estado junto a ella por largos años y ni una sola vez se le había ocurrido esa ridícula idea de querer ser cazadora. Es la persona más holgazana que conozco, no duraría ni un solo día entrenando.

Toqué un par de veces la puerta de la mundana y al poco tiempo la abrió con prisa.

—Sabía que vendrías— Fue lo primero que dijo al abrir— Ya te habías tardado en dar tu opinión. Así que desembucha.

—¿Desembucha?

—Que digas lo que tengas que decir.

El vocabulario que manejaba la chica seguía sorprendiéndome a pesar de los años.

La peliazul se sentó sobre su cama con las piernas cruzadas y me miró con seriedad, cosa que imité para estar a gusto mientras procedía a cuestionar su mera existencia en este plano.

—¿Cazadora?, ¿en serio?

—Sip.

—¿Desde cuándo te gustan los cazadores?

Carly solo se encogió de hombros y tomó una botella de agua que estaba en su mesita de noche.

Ya nos encontrábamos en nuestra casa. Nadie entendía porque habíamos decidido mudarnos juntas, ya que era notorio que no podíamos pasar ni un minuto sin intentar matarnos, pero casualmente, la dinámica en la casa era buena: Ella en sus asuntos y yo en los míos. Solo coincidíamos en las noches cuando nos gustaba molestarnos la una a la otra.

—Nunca me han gustado, pero eso no importa, ahora seré uno de ellos.

—¿Bromeas? ¿Por qué mierda haces esto, Carly? — Me acerqué más a ella en la cama— ¿Es porque no sabes qué hacer con tu vida?

—Eso no tiene nada que ver. Yo... Solo...

Bajó su mirada hacia la botella que tenía en manos y ahí posó sus ojos, estaba triste.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

Soltó un fuerte bufido y negó.

—Nada, ya vete. Tengo que dormir.

Tomé su barbilla con una mano y la hice mirarme. La luz de la luna que se colaba por la ventana dio directamente a sus ojos azules; eran grandes y despampanantes, junto a aquellas negras y tupidas pestañas. Su piel suave, pero con algunas marcas de acné lucía digna de admirar.

—Dime...

Le susurré y por un leve instante logré vislumbrar cierto brillo en su mirada. Creí que quitaría su rostro de mi toque con brusquedad, como siempre lo hacía, pero eso no pasó y al contrario, se quedó mirándome directo a los ojos. Fue inevitable el momento en el que se acercó un poco más a mí, dejándonos más cerca de lo que hemos estado en 5 largos años.

Infierno Escarlata (C.E 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora