-Segunda parte de Castigo Escarlata-
Después de miles y miles de años, la vampiresa Gally Dimmock al fin ha logrado obtener lo que tanto anheló en el pasado: libertad. Lamentablemente, al cumplirse su deseo, todo lo que alguna vez amó le fue arrebat...
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*Separador: Gally*
—Gally, necesitamos tu ayuda.
Los ojos de la reina eran los que me miraban con más intensidad de todos los presentes en la sala. Sé lo mucho que se empeñaba por acercarse a mí, ya que, por algún extraño motivo, se le metió en la cabeza que estar junto a mí es el equivalente a tener a su mejor amiga de vuelta, de tener a Infinity.
Miré a los ojos de Sam, uno completamente blanco y otro gris, sus cicatrices de batalla por el amor. Lucía más sería de lo que nunca la había visto, su rostro no me mostraba ninguna de las respuestas que buscaba, al contrario, me entraban más dudas del porqué se encontraba de aquella forma.
—No entiendo cómo podría ayudarlos, soy solo un vampiro.
—Gally... —Comenzó Daniel — Nuestro mundo está en riesgo. Los demonios comienzan a ser cada día mas letales para nuestro hogar y necesitamos que inten-
Fue interrumpido por uno de los presentes en medio de su discurso.
—Yo también lo era— El que habló era el único vampiro que se encontraba en la sala, respondía a lo que había dicho con anterioridad— Era solo un vampiro cuando estalló la guerra hace cien años, lo era cuando maté a mi padre y terminé con su asquerosa monarquía, y sobre todo, era solo un vampiro cuando logré mandar a la mierda a miles y miles de demonios que escaparon del inframundo.
—Sé lo que hiciste, llevé Historia de Lunae cuando me obligaron a entrar en esa estúpida escuela. También sé que eras el príncipe del inframundo y que fue gracias a eso que lograste hacer todas y cada de una de las cosas que acabas de mencionar.
Me mostró una oscura sonrisa luego de eso.
—Peleé durante años conmigo mismo por ocultar ese lado oscuro, luché con todo lo que tuve por jamás hacer uso de esos temibles poderes, pero cuando Lunae y la Tierra me necesitaron, no dudé en hacerlo y no me arrepiento ni un segundo de lo que hice. Sé que puede dar miedo, pero algunas veces, usar todo tu poder no es lo peor que te podría pasar.
—Algunas veces tenemos que tomar riesgos a pesar del terror que eso nos cause— Esta vez la voz de Sam llenó el ambiente. — Tú hace años me demostraste que eras capaz de pensar en alguien más que no fueras tú, aquel día que saltaste al fuego por Evanna. Esta vez, necesitamos tu ayuda. Para salvarlos a todos. Necesitamos tu poder.
¿Ella lo sabe? ¡¿Desde cuándo?!
—Tú lo... ¿lo sabes?
De un momento a otro, el cabello negro azabache de mi amiga cambió a un brillante blanquecino, al igual que su único ojo gris se fundió en el más profundo blanco.
—Soy la hija de nuestra Diosa, ¿te parece que sea algo que se me pueda ocultar? Sobre todo cuando Lunae está en peligro y por ende lo está Evanna.
Observé a todos los que se encontraban en la sala, esperaban que le respondiera a una de las personas con las que más relación tenía, pero realmente no tenía nada que responder más que:
