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Se detiene por un momento a escuchar. Además del ruido proveniente del exterior colándose a través de alguna ventana abierta, percibió un tenue lloriqueo. Mando la mano a su cintura en busca del woki toki. Tanteo la parte una y otra vez, hasta convencerse de que había dejado tirado en algún lugar de la casa el aparato que le indicaba cuando el bebé estaba despierto.

Dejó de malos modos la toalla y corrió a prisa subiendo las escaleras hasta ubicarse frente a la puerta de la habitación donde los niños dormían. Guardó silencio, tomando profundas respiraciones, atenta a cualquier sonido.

Tras unos segundos sin captar nada, segura de que se encontraban dormidos, abrió la puerta y entró. El pecho del pequeño se hinchó y lentamente se desinfló. Estaba profundo. Cerró los ojos. El cansancio le estaba haciendo una mala jugada. Acarició la tierna mejilla y acomodo la cobija cubriéndolo hasta el cuello. Si se despertaba, no podría soportarlo y terminaría siendo la primera en dormirse. Estaba rendida. Hace días no descansaba como debería y con eso se refería a que no podía dormir más de cuatro horas seguidas.

Ojeó rápidamente en busca del woki toki. Estaba en la mesa de noche de Denise. Lo tomo y lo puso dentro de su bolsillo. Vio el pie de la niña descubierto y cubrió el pie. Salió dejando la puerta entreabierta. Solo faltaba una cosa.

Volvió a la primera planta y pasó por centésima vez la toalla por el mesón.

Eran las once y cuarenta y cinco, y todavía no llegaba. No podía irse a dormir, sabiendo que estaba afuera, ebria. Aunque ella no era su responsabilidad, le había cogido cariño. Ahora era inevitable no preocuparse.

Encendió las luces navideñas. Tomó el libro en la parte inferior del pequeño estante al fondo de la sala y la manta doblada en el respaldo de uno de los muebles auxiliares y se sentó a esperarla.

Página tras página, la noche transcurría y el reloj marcó la medianoche.

- ¿Por qué tarda tanto? – pregunto a Sierva María, aun sabiendo que no le respondería.

Cerró el libro y lo volvió al puesto. Intranquila se asomó a la ventana. La calle estaba desierta. Tan solo un gato paseándose entre los arbustos. Marco a su celular. Esta opción no había funcionado antes. Ojalá en esta ocasión si lo hiciera.

Torció la boca y regresó al mueble. Se cubrió completamente con la manta y puso un cojín para descansar su cabeza. Que bien se sintió cerrar los ojos y su cuerpo entrando poco a poco en calor...

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Se apretujó más entre la abrigada cobija. Por un momento se sintió bien, pero luego empezó a sentir demasiado frío. Mejor se iría a la cama. Arrastro los pies camino a la habitación. No se molestó en encender la luz, en su mente tenía plasmado un mapa exacto del lugar, además con las luces de navidad era suficiente. Retiró la colcha y se tendió al fin en la cómoda cama. No tendría que preocuparse por el frío. Sonrió y gimió complacida.

Escucho el sonido de la puerta al cerrarse de golpe. Abrió los ojos de par en par.

- Gloria – se sentó de golpe. ¿Cómo la había podido olvidar?

Salió entre las cobijas y calzó sus pies rápidamente.

Estaba sentada con la espalda pegada a la puerta. Su aspecto era deplorable. No era el adecuado para un clima frío. Sus ropas mal puestas, su cabello rubio revuelto y su rostro estaba manchado por el maquillaje. Había llorado. Nada que ver con la mujer que salió horas antes. El vestido de lentejuelas doradas había perdido su encanto.

- ¿Está bien? – pregunto revisando su rostro y su cuerpo en busca de algún signo de daño – Dígame algo, por favor.

- Un whisky doble, por favor – rodó los ojos. No le cabía la menor duda, estaba... bien.

♥ Fue un Error Conocerte ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora