Capitulo 1: El Regreso

83 10 1
                                    

Caminaba solo por las frías calles del pueblo de Rodorio, ocultando su rostro con una frazada gruesa y larga que lo cubria por completo y lo protegía de la llovizna que estaba cayendo, en su espalda llevaba una pesada caja de oro y en sus brazos, envuelto en varias capas de tela de colores llamativos y hermosos estampados, tenía un pequeño bulto.

Su andar era más rápido de lo usual, claramente buscaba un refugio donde estar mientras pasaba la lluvia, de su hombro colgaban dos bolsos, uno mediano y otro mas grande, en su mente calculaba las horas que habían pasado entre una comida y otra, consiente que el pequeño ser que llevaba se despertaría pronto para pedir alimento.

Apenas estaba a mitad de camino cuando se percató que los guardias lo veían con intriga, pues no era común que, de entre todos los caballeros, él anduviera por fuera de su templo y sobretodo de él Santuario. Poco le importo lo que llegarán a pensar, él solo tenía una prioridad y era llegar cuanto antes a su casa, necesitaba resguardar al pequeño que tenía entre sus brazos.

A lo lejos vio la entrada del Santuario y se acercó a paso rápido, consiente de que el tiempo estaba pronto a empeorar.

- Quién anda allí ? - Las lanzas no tardaron en apuntarlo y por reflejo, aferró más el pequeño bulto en sus brazos, buscando protegerlo y de ser posible esconderlo de esas miradas.

- Bajen sus armas, solo soy yo - Alzó levemente su rostro para que pudieran verlo y tras una exclamación de los porteros lo dejaron pasar.

Avanzó de la misma forma, tratando de evitar todas las miradas, llegando a las escaleras de la primera casa, subió teniendo mucho cuidado de no resbalar y a sabiendas que el joven Shion no estaba presente, cruzo sin anunciarse.

Los truenos se oyeron restrellar en lo alto del cielo y eso provoco el despertar abrupto del pequeño ser, un gimoteo seguido de un llanto se dejó oír mientras la brisa fría hacia mecer sus ropas.

- No tengas miedo, yo estoy aquí, todo está bien - Mecio al pequeño y lo apego más a él, temía que alguien pudiera verlo u oírlo, todavía no sabía cómo explicar su peculiar situación al Patriarca, el porque había abandonado el Santuario sin dar anuncio de su partida.

Pero en esos momentos, en su mente solo cruzaba el hecho de que debía llegar a su templo y por ello avanzó, rogando para que el bebé se mantuviera en silencio un rato más, llegando a Tauro pudo sentir la presencia de su guardián, chasqueó la lengua y tratando de camuflajear su preciada carga entre los bolsos que llevaba, alzando un poco la voz para anunciarse.

A lo lejos se escucho el sonido de unos pasos muy pesados acercarse y la presencia fuerte y serena de su custodio se hizo presente ante él.

- Quién eres ? - La voz firme y profunda de Aldebaran lo hizo soltar un suspiro y levantar la cabeza, dejando caer atrás su capucha, descubriendo su rostro frente a él - Asmita ?... Qué sorpresa verte -

- Caballero de Tauro saludos, lamento presentarme de esta forma pero requiero de su permiso para cruzar su templo - Su voz sonaba serena como siempre, pero tenía un ligero matiz de preocupación, además de que el aspecto del guardian de Virgo atrajo bastante la atención de Aldebaran.

El joven hindú lucia cansado y algo desaliñado, su cabellera trenzada estaba algo revuelta y húmeda en el área de la pollina debido a la capucha y la lluvia, bajo sus ojos habían manchas oscuras, parecían ser ojeras, su rostro estaba carente de brillo y se notaba sumamente cansado, era sin duda alguna un aspecto bastante extraño y más viniendo de alguien como él.

- Te ves mal Asmita, dime, sucede algo ?, Pareces enfermo - Al intentar acercarse a él solo se ganó un ligero meneo de cabeza.

- Solo estoy cansado, el viaje fue agotador y el clima no me ayuda mucho, por lo cual quisiera llegar cuanto antes a mi templo para poder descansar -

El Tesoro de Virgo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora