Capítulo I: El cuarto campeón enamorado

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—Harry Potter. — susurró incrédulo el profesor Dumbledore cuando de forma repentina, salió un cuarto papel del Cáliz de Fuego. Un silencio muy tenso se propagó por el gran comedor; no obstante, al cabo de unos segundos podía apreciarse como poco a poco, todos los estudiantes comenzaban a susurrar cosas. Harry, por otro lado, sentía que su estómago estaba a punto de devolver la comida del banquete. Temeroso, volteaba a ver hacia todas direcciones esperando que lo que estuviera pasando fuera una mala broma del director; sin embargo, en el rostro de Dumbledore no había rastro de aquella sonrisa hilarante que caracterizaba su extraño sentido del humor, sino que por el contrario, se encontraba pálido y desconcertado. — Harry, levántate y ven aquí por favor. — volvió a insistir después de discutir algo con la profesora McGonagall en voz baja.

—Ve, Harry. — murmuró Hermione tocando su espalda. Harry se levantó y asustado recorrió el camino hacia la puerta por dónde habían salido los otros campeones . El camino entre la mesa de Gryffindor y la mesa de Hufflepuff le pareció eterno y difícil de recorrer. Por un lado, en sus compañeros de Gryffindor encontraba una expresión de asombro y aturdimiento, mientras que en la mesa de Hufflepuff encontraba expresiones de disgusto muy extrañas. Cuando pasó cerca de la mesa de profesores, se dio cuenta que la cosa no mejoraba mucho: la profesora McGonagall miraba a Harry con una expresión de aprehensión, como la de una madre a la que le acaban de decir que su único hijo fue condenado a una muerte muy dolorosa. Por otro lado, la profesora Sprout miraba a Harry como si fuera un extraño, mientras que Hagrid lo miraba en total estado de shock. Dumbledore lo condujo por una puerta al final del comedor sin dirigirle aquella sonrisa amable que usualmente guarda para él.

Cuando por fin salió del gran comedor, los tres campeones del colegio lo voltearon a ver intrigados, ante eso, Harry se sintió ampliamente intimidado, puesto que de ser cierto su mayor temor en ese momento, le tocaría competir contra esos tres magos que no sólo eran mayores que él, sino que también más hábiles y más inteligentes.

—¿Qué pasa? — preguntó Fleur Delacour.— ¿Quieguen que volvamos al comedog? 
Harry sintió que ante él se quebraba el mundo, la profunda mirada de Cedric lo hacía sentir todavía más nervioso de lo que quisiera, y es que él jamás imaginó que se vería envuelto en tal situación justamente con Cedric Diggory. Lo peor del caso fue cuando con una voz extremadamente confundida y mirando a Harry directamente a los ojos preguntó:

—¿Está todo bien Harry? ¿Por qué te mandaron a esta sala?— Harry sintió que sus mejillas se coloreaban de un rojo muy intenso. Desde el partido de Quidditch en el que Cedric le ganó durante el curso anterior, Harry no podía evitar sentirse un tanto intimidado y nervioso cuando las cosas tenían que ver con aquel castaño de ojos grises. Estaba a punto de abrir la boca para tratar de contestar cuando repentinamente, una voz muy animada se escuchó detrás de los chicos.

— Extraordinario. — exclamó Ludo Bagman al entrar en la habitación. — Caballeros, Señorita, ¡Tengo el honor de presentarles, por increíble que parezca, al cuarto campeón del Torneo de los Tres Magos!

Harry podía entender la expresión de incredulidad de los tres magos que tenía enfrente no tardara en hacerse notar; sin embargo, la expresión de Cedric no fue del todo clara. Miro a Bagman primero, como si esperara que lo siguiente que dijera fuese que era una broma, y luego miró a Harry, a quien le dirigió una pálida mirada ensombrecida. Harry no sabía cómo interpretar aquello, quería pensar que la mirada de Cedric reflejaba preocupación, pero al mismo tiempo tenía miedo de que su mirada fuera más bien de indignación al resultar no ser el único campeón de Hogwarts. Estaba tan sumido en esa duda que apenas prestó atención a la queja de Fleur y a la respuesta de Bagman. Tampoco puso atención a las objeciones de Madame Maxime o de Karkarov respecto a lo injusto que era que Hogwarts tuviera dos campeones, o a los comentarios despectivos de Snape respecto a que era un arrogante que sólo sabía traspasar las normas del colegio. Sin ser capaz de explicarlo, aquella mirada tan perpleja era lo único que importaba y a Harry le asustaba no saber por qué, por lo que no fue consciente de todo el lío en el que estaba metido hasta que Dumbledore lo trajo devuelta a la realidad.

Entre dragones, sirenas, laberintos y un cementerio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora