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Samuel garcia :
El ático está en silencio cuando entro. Esperaba estar en casa hace casi ocho horas, pero las negociaciones se calentaron y no pude apartarme de la mesa sin perder todo el avance que gané. Si alguien puede cerrar un trato con pura fuerza de voluntad, soy yo. Ganar esto era demasiado jodidamente importante, y una vez que tuve la línea de meta a la vista, no dejé que nada se interpusiera en mi camino. Aunque no es el mayor acuerdo en dólares que he hecho por un largo, largo tiempo, nunca he hecho uno que signifique más a nivel personal. Los acuerdos preliminares, entre ellos uno de confidencialidad, fueron firmados, y estaba muy jodidamente complacido conmigo mismo. Ansioso por encontrar a Carla, me dirijo al dormitorio, pero está oscuro.
El ambiente está distinto como si..
Me centro en la cama, buscando el revelador bulto que debe estar hasta el punto de parecer muerto, pero no encuentro nada más que un suave edredón. Miro la lámpara de la mesita de noche, no sé por qué exactamente. No es como si no pudiera decir que la habitación está vacía, incluso en la oscuridad.
-¿Carla? .
Nada. Enciendo cada luz mientras me muevo de una habitación a otra. Sin Carla.
No está aquí.
La ropa está aquí. La guitarra está aquí.
Pero ella no.
La última vez que llegué a casa para encontrar el lugar vacío, me puse fuera de mí pensando que me había dejado. Pero eso era antes. En los días pasados, hemos estado... bien, hemos arreglado algo de mierda, y lo que comenzó como un capricho loco parece que realmente puede funcionar.
También he depositado una cantidad decente de dinero en el hecho de que realmente puede funcionar, no es que ese hecho en particular importe. Finalmente me dirijo a la cocina y enciendo las luces. Un pedazo de papel de cuaderno está en el centro de la encimera.
Dos palabras.
Solo dos malditas palabras.
Adiós, Samuel.
-Tienes que estar jodidamente bromeando -gruño-. ¡De ninguna puta manera! .
La última vez pensé que me había dejado, me equivoqué. Esta vez, no estoy seguro de cómo puedo estar equivocado cuando es tan simple como la tinta en la maldita página. La tarjeta negra de Amex que le di está perfectamente colocada junto a ella.
Eso envía todo un mensaje.
-A la mierda. De ninguna manera. -No sé por qué estoy hablando con la habitación vacía, pero parece que no puedo detenerme-. No conseguirá dejarme. Jodidamente no he terminado con ella.
Tomo mi teléfono y encuentro su número. Llamo. Va directamente al correo de voz.
Llamo una y otra vez hasta que solo estoy mirando el teléfono y cada vez estoy más y más enojado cuando contesta su buzón.