Capítulo 7

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—¿Cuántos colores hay cuando se oculta el sol? —preguntó el chico de manera curiosa

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—¿Cuántos colores hay cuando se oculta el sol? —preguntó el chico de manera curiosa.

Yor se sorprendió al darse cuenta de que había estado hablando en voz alta. La pregunta la tomó bastante desprevenida, pero decidió responder:

—¿Durante el crepúsculo? —dijo, volteando a mirar el cielo—. Veo amarillo.

El chico también levantó la vista y, aunque el amarillo estaba presente, notó otros colores como tonos de azul y añil en el cielo. Sus ojos buscaron más y descubrió tonos de magenta y naranja.

—¡Mira, Yor! —exclamó, señalando—. ¡También hay rojo!

Ella quedó sorprendida por esa revelación, y sus ojos siguieron la dirección hacia donde su amigo señalaba, hasta que ambos se sumieron en el silencio. Fue en ese momento que Yor se dio cuenta de que estaba apoyada en su hombro, observando junto a él.

—Estamos en el crepúsculo —dijo con emoción.

El comentario no pasó desapercibido para el chico, quien entrecerró los ojos y miró hacia arriba con una sonrisa.

—Sí, tienes razón.

Desde la discusión con su padre días atrás hasta ese momento en el crepúsculo, nada parecía estar del todo claro en la mente del chico. No sabía bien por qué, pero sentía que algo había cambiado gracias al campamento. Esto lo impulsó a querer hablar con sus padres y, luego, con sus amigos, para ver si podían jugar a algo diferente cuando regresara, algo que no involucrara a los soldados.

El último pensamiento lo hizo darse cuenta de algo importante: cuando terminara el campamento, no volvería a ver a Yor. Esto aumentó su deseo de que el arroyo se lo llevara de una vez por todas, al recordar también lo que había compartido en los últimos días con su amiga: habían construido un refugio, plantado semillas y aprendido muchas cosas.

La lluvia de recuerdos lo abrumó, y, a pesar de su intento por ocultarlo, no pudo evitar que Yor notara su estado.

—¿Qué te pasa? —preguntó ella, apoyando una mano en su hombro. Aunque al principio le incomodaba, ahora se sentía reconfortante—. Se te ve triste.

—Sí, lo estoy —respondió él, evitando su mirada. No quería que ella se sintiera mal—. Pero no quiero decirlo.

Yor notó la tristeza de su amigo y se preocupó. Pensó que quizás había tenido otra discusión con su padre.

—¿Por qué estás así? —insistió ella—. Dime, somos amigos. Lo entenderé.

—Me preocupa que la semilla que plantamos no esté creciendo bien —explicó él, aunque sabía que su preocupación iba más allá—. No quiero que te preocupes por eso.

—No te preocupes —respondió Yor rápidamente—. Nuestra semilla crecerá.

El chico la miró sorprendido. Ella había creído su mentira.

—¿Y cómo lo sabes? —preguntó, sintiendo cómo su corazón latía más rápido.

—Porque es algo que hicimos juntos —manifestó la chica con simpleza—. Me alegra haberme encontrado contigo, Consejero.

Nota de la autora: Creo que es evidente en que escenas se inspira esto, ¿no?

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Nota de la autora: Creo que es evidente en que escenas se inspira esto, ¿no?

Gracias por leer.

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