Capítulo 5
Maia
Salí del trabajo y me dirigía a casa. Me sentía cansada, pero la lluvia que caía sobre mi paraguas me transmitía paz. Siempre he amado la lluvia; creo que es algo maravilloso cuando sabes apreciarla. Sin embargo, también me entristece pensar en los animales callejeros. Cada vez que veo uno, trato de alimentarlo, aunque sé que no es lo ideal, ya que podría darles falsas esperanzas de adopción. Por suerte, cada vez que alimento a uno, nunca me siguen, como si supieran que no puedo llevarlos conmigo.Me detuve al ver a un hombre borracho, empapado y tambaleándose mientras trataba de caminar. Él no me había visto, y no sabía qué hacer: seguir mi camino o tomar una ruta alternativa, aunque esa era más larga y peligrosa. Saqué mi gas pimienta del bolsillo y caminé despacio, con precaución, hasta que el hombre cayó en mi dirección. Instintivamente, apreté el gas pimienta y le di directamente en los ojos. Comenzó a quejarse, y al verlo mejor, me di cuenta de que era el chico que me había llevado al hospital.
—¡Maldita sea, mis ojos! ¿Quién carajos eres, maldita loca? —se quejó furioso.
—Eres tú... el chico que me llevó al hospital —dije sorprendida.
—¿Quién eres? —balbuceó, mirándome con desagrado.
—Soy la chica que llevaste al hospital —le recordé—. ¿Quieres que te ayude a llamar a alguien para que venga por ti?
—Estoy bien, no necesito ayuda —respondió con cara de amargado.
—No te veo bien. ¿Tienes tu teléfono para llamar a alguien que pueda ayudarte?
—¿Mi teléfono? —empezó a revisar sus bolsillos y, de repente, se echó a reír. La verdad, me asustó bastante.
—Perdí mi teléfono —dijo mientras seguía riéndose.
—Te pediré un taxi. Dime tu dirección para que te lleven —ofrecí.
—¿Me tomas por un chico fácil? Primero deberías pedirme una cita —dijo, riéndose aún más.
—No seas arrogante, solo quiero ayudarte —respondí con firmeza.
—¿Me quieres ayudar? Solo vete y déjame aquí —dijo, esta vez sin rastro de humor en su voz.
—Tú me llevaste al hospital cuando estaba mal, así que yo también te ayudaré. Y no estoy para disputas; estoy cansada y solo quiero irme a casa —dije un poco molesta.
—La chica pequeña tiene bastante personalidad —comentó. Este maldito... ¿se atrevió a llamarme pequeña? ¿Quién carajos se cree? No soy tan pequeña; este tipo es un imbécil.
—Solo ven, apóyate en mí. Debemos caminar un poco, no pasan muchos autos por esta zona ya que es peligrosa —le dije, ignorando su comentario.
—Como ordenes, pequeña —dijo, riendo de nuevo.
—Vuelve a llamarme pequeña y te dejo tirado —advertí. Al escuchar eso, dejó de reírse y se quedó callado.
Caminamos hasta la avenida, pero no pasaba ningún taxi. La lluvia no había parado en ningún momento, y el chico seguía igual de borracho. Los dos estábamos empapados, ya que no podía caminar bien mientras él tropezaba a cada rato. Finalmente, vi un taxi y le hice una señal para que parara.
—Buenas noches, señor —dije al taxista.
—Buenas noches, señorita. ¿A dónde quiere que la lleve? —preguntó, pero su forma de mirarme no me gustó nada.
—Yo no voy a ningún lado, pero él sí —señalé al hombre que estaba conmigo.
—¿El hombre está borracho? —preguntó, como si le molestara que no fuera yo a quien debía llevar.
—Sí, ¿podría llevarlo a su casa? —pregunté.
—Lo lamento, pero no puedo hacerlo. La última vez que llevé a alguien ebrio, dejó todo mi auto vomitado. Espero que otra persona pueda llevarlo; solo puedo llevarte a ti si lo deseas —dijo, mirando mis pechos descaradamente debido a mi ropa mojada.
—Solo lárgate y deja de mirar como un imbécil a la chica, si no quieres que azote tu caga contra el volante—dice el chico
El hombre del taxi se fue rápidamente, no sin antes insultarnos a ambos. No tuve más opción que llevar a Asher a mi casa.
—Toma, ponte mi chaqueta. Es grande, así que nadie te mirará como lo hizo ese bastardo —me dijo mientras me ofrecía su chaqueta.
—No te preocupes, estoy bien —respondí.
—Solo póntela, no hagas tanto alboroto —insistió, y terminé aceptando la chaqueta.
—Ven, te quedarás en mi casa y por la mañana te irás, pero primero dime tu nombre —dije agotada.
—Asher, mi nombre es Asher. ¿Y el tuyo? —preguntó.
—Maia, me llamo Maia —respondí.
Comenzamos a caminar y él me siguió en silencio. Cuando lo miré, su mirada estaba ausente, como si estuviera mal, y no solo físicamente, sino algo más profundo, algo emocional. Lo ayudé a subir las escaleras hasta mi piso. Al abrir la puerta, lo llevé a mi habitación para que durmiera.
—Dormirás en mi cama y yo en el sofá. Será más cómodo para ti —le dije.
—No, yo dormiré en el sofá —dijo, pero ya lo había empujado hacia la cama.
—Quítate la camisa y duerme —ordené.
Me hizo caso y salí de la habitación. Me dirigí al baño, me cambié de ropa, fui a la habitación, tomé una manta para dormir y miré a Asher acostado. Lo tapé con las mantas que había alrededor de la cama. Me acosté en el sofá y caí en un sueño profundo.
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Un Invierno a tu lado
RomanceMaia decide estudiar psicología para poder comprender mejor la depresión en la que ha vivido por años. Después de que Asher perdiera a su hermano en un accidente, el de a poco comienza a perder el control de sus emociones. Maia y Asher se conocen po...