Único

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Todo lo escrito es ficción, bajo ningún motivo se incita a que se realicen las acciones de los personajes ni se fomenta el odio hacia estos en la vida real.

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Esta no es una historia sobre fantasía o seres mitológicos, pero cuando Jimin era niño, amaba los cuentos sobre sirenas...

Las fechas más heladas no sólo llegan en invierno, también hay noches bajo cero durante octubre, son más frías a las siete de la mañana cuando el azul del amanecer nublado ilumina cada rincón de la habitación y al observar a un lado encuentras un gran vacío en la cama.

Algunas relaciones son destructivas, Jimin lo sabe de sobra, sin embargo, en esta carretera sin fin él ya perdió los frenos y sólo le queda esperar a que la gasolina se termine de quemar para dejar de avanzar.

El volante se siente flojo, las llantas están desgastadas, el motor grita por ayuda y las flechas de velocidad se cansan de mantenerse arriba marcando hacia el mismo número, la misma dirección.

¿Estamos viajando en línea recta o hemos estado avanzando en círculos?

Ya no tiene percepción, ni del tiempo ni de la física.

—¿No tienes trabajo hoy? —escucha venir desde el marco oscuro de la puerta, una voz profunda y grave, hay un matiz de burla debajo de ella, es esa esencia juguetona que desprecia.

Jimin está acostado boca abajo en la cama vacía, no ve la necesidad de protegerse con las sábanas, incluso cuando el frío adormece la piel desnuda de su espalda y su cabello oscuro no encuentra oportunidad para deshacerse de la humedad, piensa que en algún momento de la mañana tendrá que acostumbrarse.

—Avisé que iba a faltar —contesta, su garganta seca duele entre cada sílaba pronunciada.

—Has faltado dos veces en la semana, te despedirán.

No es preocupación, es burla.

—Conseguiré otro trabajo.

Escucha una risa nasal por parte del tipo que está en la puerta, aunque está de espaldas sabe que lo observa, puede sentir su mirada penetrante sobre su nuca y arde.

—Nunca puedes durar más de un mes en un trabajo digno. —Está abusando de ese tono—. Eres un perdedor...

Un escalofrío recorre su espina dorsal, es un temblor que ni siquiera la temperatura puede causar, pero él sí lo hace, Jungkook saca lo peor de Jimin, escarba en su interior hasta hallar sus debilidades y aprovecharse de ellas.

Ahora que Jimin recuerda, Jungkook siempre ha sido así.

—Y tú eres un maldito entrometido de mierda.

Jungkook siempre ha sido el jodido iceberg contra el cual choca cientos de veces, el dolor de muelas, la alarma de todas las mañanas y la piedra en el camino con la que siempre tropieza. Siempre.

—¿Entrometido? Tú eres quien vive bajo mi techo y debes seguir mis reglas —bufa—. Tu padre tenía razón, eres un bueno para nada.

Es la gota que derrama el vaso, pero es curioso, porque este vaso siempre se está derramando.

La tranquilidad del amanecer azul se desvanece en centenares de insultos por parte de Jimin. Si hay algo que detesta, es la mirada fanfarrona de ese castaño y la manera en la que sostiene una taza de café humeante con tranquilidad como si ninguna de las maldiciones estuviera siendo dirigida hacia él.

Con ayuda de la indiferencia, los límites de Jimin son empujados, él sale de la habitación con los pies descalzos chocando su hombro contra el de Jungkook intencionalmente. A cada paso la ira acelera a su corazón palpitante. Su cuerpo, que al fin se ha acostumbrado al frío matutino, está tenso de la furia y el estrés.

Sirens [km os]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora