Roberta: Diego, ¿Qué haces aquí? - pregunto tratando de parecer sorprendida.
Se miraron entre si, por lo que arqué una ceja.
Diego abrió la boca para hablar pero Mia lo interrumpió.
Mia: Vino para verte, pero yo ya le estaba diciendo que se fuera porque vamos a hablar de temas PRIVADOS - recalcó la última palabra mientras le daba un mirada a Diego, dando énfasis.
Diego: ¿Quieres que te espere?
Roberta: No. De hecho, Mia, sólo vine a decirte que estoy muy ocupada, tendremos que hablar en otro momento - digo por último antes de dar la vuelta y comenzar a caminar hacia mi casa. Y si tienen cerebro y un poco de vergüenza, no me seguirán.
Según cómo estaba el cielo, llovería, seguramente, pero para mi mala suerte, no traía auto porque Diego me llevó a la escuela en el suyo, y el mío se quedó en mi casa, descansando mientras yo camino, en la lluvia.
Cuando aún faltan dos cuadras para llegar a mi casa, decido dejar de amargarme el día y comienzo a saltar sobre los pequeños charcos de agua que se interponían en mi camino mientras repetía en voz baja: "Diego no me gusta y Mia nunca fue mi amiga" una y otra vez, y otra y otra.
Llego y me sorprendo de ver el auto de mi padre aparcado en la acera. Se supone que regresaría en una semana.
Martin: ¡Roberta! - es lo primero que dice cuando entro, estrechándome fuertemente entre sus brazos.
Roberta: Papá, ¿Qué haces aquí? - le devuelvo el abrazo con la misma intensidad.
Martin : Que yo sepa, ésta es mi casa - responde divertido.
Roberta Sabes a qué me refiero.
Martin: Pues, solucioné el problema más rápido de lo que pensé, y quise venir a ver a mi princesa.
Roberta: Ow, ya dime la verdad - digo causando su risa y también la mía.
Martin : ¿Qué hacías afuera con ésta lluvia - pregunta frunciendo el ceño, y es cuando recuerdo mi atuendo mojado.
Roberta: Lupita me llevó hoy a la escuela así que no llevé el auto, pero se quedó practicando con las animadoras, y pues, la lluvia me agarro de camino acá - ser una buena mentirosa no era algo de lo que me enorgulleciera, pero en algunas ocasiones, lo agradecía.
Martin: ¿Ya comiste? - niego con la cabeza - Ve a cambiarte mientras preparo algo - besa mi cabeza antes de dirigirse a la cocina.
Suspiro y me quedo mirando su ancha espalda antes de que desapareciera de mi vista. Tenía que admitirlo, mi padre no era para nada feo. Subo las escaleras de dos en dos, ya en mi habitación, me cambio lo más rápido posible, no me gusta desperdiciar el poco tiempo que tengo con mi papá.
Roberta: ¿Qué preparaste? - pregunto al entrar en la cocina.
Martin: Pastel de chocolate, pero si tienes mucha hambre puedo prepararte algo - sugiere.
Roberta: No, así está bien.
Martin: ¿Te cuento secreto? - asiento - Lo compré - asiente hacia el pastel.
Río y niego con la cabeza. Me dirijo a la puerta principal cuando ésta comienza a sonar. Mis ojos se abren grandes al ver a Diego parado del otro lado.
Roberta: ¿Qué haces aquí? - pregunto enojada saliendo y cerrando la puerta detrás de mí para que mi papá no escuche.
Diego: Lindo pijama- comenta divertido, pero la expresión en mi rostro no cambia - ¿Por qué cierras la puerta? - pregunta.
Roberta: Responde a mi pregunta o vete de aquí - sentencio.
Diego: ¿Qué te pasa? - pregunta confundido.
Iba a responder pero el grito de mi padre me interrumpió.
Martin: ¿Roberta, quién es? - pregunta a los gritos.
Roberta: Nadie - grito para que me escuche - Y tú, largo de aquí - le digo a Diego.
Diego: ¿Quién está adentro?
Roberta: ¡Qué te importa! Vete de aquí, Diego - suplico mirándolo a los ojos.
Martin: ¿Quién es, cariño? - sale mi padre. Su ceño se frunce al ver a Diego e instintivamente posa su mano sobre mi hombro y la deja reposar ahí.
Diego: Diego Bustamnte, señor. Mucho gusto - se presenta formalmente hacia mi padre, extendiendo su brazo hacia él.
Martin: Martin Pardo - se estrechan las manos. -¿Y tú qué eres de mi hija? - pregunta mirándome fijamente.
Me encojo de hombros, dándole una respuesta silenciosa.
Diego: Su amigo.
"Su amigo", se burla mi consciencia. Dile que me besaste, maldito bastardo. Ten valor.
Mi padre se aclara la garganta antes de hablar.
Diego: ¿Quiere pasar? Estábamos a punto de comer pastel - sugiere, seguramente tratando de sacarnos a los tres de ésta incómoda situación y darle una oportunidad a Diego para marcharse sin quedar mal.
Si fuera él, la tomaría.
Diego: Si no es mucha molestia - dice Diego.
Abro mis ojos incrédula.
Martin: Por supuesto que no, adelante - accede mi padre abriendo más la puerta para que pudiera pasar, moviéndome a mí con él.
Entra demasiado seguro para mi gusto. Notaba cierta comodidad entre éstos dos, y eso no era bueno, para mí.
Martin: ¿Cuántos años tienes, Diego? - pregunta mi papá entrando en la cocina, dejándonos a Peter y a mí solos en el salón principal.
Diego: 18, señor. ¿Y usted? -bromea ocasionando la risa de mi papá.
Traidor.
Martin: Supongo que eres compañero de Roberta en la escuela.
Diego: Sí, pero sólo de una clase.
Roberta: ¿Por qué mejor no comemos?— sugiero.
Diego comienza a avanzar hacia la cocina pero lo tomo del brazo antes de que se vaya.
Roberta: ¿Qué tramas?
Diego: Nada.
Roberta: Entonces, ¡largo! - señalo la puerta.
Diego: ¿Eso no sería maleducado? - pregunta retóricamente burlón.
Las risas de ambos hombres se escuchaban por toda la casa, al parecer se habían hecho muy buenos amigos.
Me encontraba en mi habitación avanzando con algunas de mis tareas. Después de comer un pequeño trozo de pastel, ambos idiotas –sí, incluyendo mi padre– se pusieron a conversar de fútbol, o algo parecido y yo, como la tercer rueda –o tercer idiota– sólo miraba sin hacer nada. Así que tomé una generosa cantidad de pastel, leche de chocolate y subí a mi cuarto, aunque aún se escuchaban sus malditas risas.
Martin: Roberta, Diego ya se va, acompáñalo - mi papá asomó su cabeza a mi habitación.
¡Al fin!
Bajo y lo encuentro ya en la puerta, recargado en ella y con las manos dentro de los bolsillos. A pesar de que se veía hermoso, –sexy– en lo único en lo que pensaba era en correrlo de mi casa. Ahora.
Roberta: ¿Ya te dignaste a irte?
Diego: -Ríe sin siquiera mirarme - No es mi culpa que le agrade a tu papá.
Roberta: Eres tan cobarde que culpas a alguien más, como siempre.
Diego: ¿A qué te refieres? - pregunta confundido.
Roberta: No tengo ánimos de darte explicaciones, ahora vete - hago una reverencia hacia fuera.
Diego: ¿Quieres salir? - ignora mi orden.
Roberta: No.
Diego: ¿Por qué estás tan enojada?
Roberta: No estoy enojada, sólo quiero que te largues - admito obvia.
Diego: Ya le pedí permiso a Martin, saldremos justo ahora.
Roberta: Yo no iré a ninguna parte contigo - me cruzo de brazos.
Diego: Sí, si irás - me toma en brazos y cierra la puerta con el pie.
Ni siquiera me esfuerzo en gritar sólo voy viendo cómo su trasero se mueve al caminar.