19. D I E C I N U E V E

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14 de noviembre de 2020

Querido Diario:

No estoy bien y eso es algo que me cuesta admitir. Estos últimos días han sido... los peores de mi vida. Vivir con el viejo decrépito y verme obligada a actuar como si fuéramos una familia feliz me está matando, definitivamente no nací para actuar.

Por si eso fuera poco a mamá tuvieron que inducirle un coma para reducir su consumo de energía y de oxígeno ya que las palabras "reposo absoluto" no parecen entrar en su vocabulario y quería tomar mano de la justicia y hacer algo con Roger. Ni siquiera sedada e inconsciente esos estúpidos guardias migratorios abandonan su puerta. Leslie intentó hablar con el maldito viejo demente que aportó espermatozoides a la creación para que reculara en toda esta vorágine absurda de chantajes, sobretodo con lo del vídeo sexual y la bomba, pero ese estúpido no la escuchó y si no escuchó a Leslie no escuchará a absolutamente NADIE.

Ahora, el show no impide que quiera joderlo de todas las formas posibles, intenté colarme en su despacho y robar información de la Contabilidad B o algo turbio con lo que lanzar una contra amenaza, después de todo el fuego se combate con fuego... No funcionó, fue imposible colarme en su despacho lo cual me frustró como nunca antes había pasado...

Entonces descubrí que el sexo es una muy buena manera de olvidarte de todos los problemas que rondan tu cabeza... y también una manera pequeña de joder al viejo decrépito que me vendió como una adolescente virgen (al mejor estilo de los árabes) así que estos días he estado teniendo relaciones con Riven como si mi vida dependiera de ello (cosa que a él no parece molestarle) en su coche, en la bañera, en una cama, contra el espejo, también en el balcón y en posiciones que no sabía ni que existían.

Tuvimos que ir en tres ocasiones a la farmacia a comprar condones y él me hizo acompañarle, la primera vez estaba que moría de la vergüenza... a la tercera le metía prisa al dependiente. Digamos que cuanto más sexo tengo con él más incrementan mis ganas, como que nunca me sacio y que bueno porque así no estoy pensando en Roger, en Kira ni en nada que no seamos él y yo.

Me vi obligada a cerrar el diario antes de terminar lo que estaba escribiendo por unos golpes en la puerta, escondí el cuaderno detrás de una almohada y le indiqué a cualquiera de mis hermanos que estuviera al otro lado de la puerta que pasara.

Para mi sorpresa no se trataba de ninguno de mis hermanos, tampoco de Riven o de Jordyn, ni siquiera de Anneliese. Era Gia. Sí, exactamente la magnífica y perfecta esposa el cabronazo que me había dado la vida y ahora me tenía retenida contra mi voluntad en su casa, Gianna Nowell, ella estaba frente a mi, casi tan impecable como siempre, con un vestido gris que llegaba casi hasta sus rodillas y era de hombros descubiertos pero tenía unas mangas que llegaban hasta sus codos, por delante era cerrado completamente, pero sabía que detrás tenía un profundo escote en forma de U pues ya se lo había visto antes, aunque ese escote estaba cubierto por el largo cabello azabache que por primera vez, desde que vi las fotos de su boda, veía suelto, aunque más bien parecía que había estado metiendo sus dedos por este constantemente y eso era raro en una mujer como ella que siempre debía estar impecable, pero eso no fue lo que me alarmó, de hecho, con ese vestido, los tacones y el pelo suelto de esa manera salvaje ella se veía increíblemente bien, casi que como una modelo de Victoria's Secret, lo que capturó mi atención fue que sus ojos celestes estaban rojos y sus mejillas mojadas, el maquillaje estaba intacto, obvio, pero no era necesario que estuviera corrido para que yo me diera cuenta de lo evidente: Gia había estado llorando.

— ¿Estás bien? —cuestioné.

— Vengo del hospital —habló ella después de cerrar la puerta y pasar el pestillo, eso sí que me asustó—, he hablado con tu madre, Kaylee.

El Diario de Kaylee (Libro #1: Los Hermanos Ryder) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora