CAPITULO 14

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Seokjin arregló salir de la base lo suficientemente temprano el viernes para recoger a las chicas del campamento de día y dejarlas en la casa de Seonmi y Harisu. Ellas vivían en una casa histórica, no lejos de la casa de Seokjin o del campamento diurno. Había sido importante para Jongin mantenerse cerca de sus padres, y ya que su fondo fiduciario fue el que ayudó a comprar la casa, Seokjin había concedido en lugar de insistir por algo más cercano a la base. Las primeras veces que las había visitado después de la muerte de Jongin habían sido difíciles, veía su fantasma por todas partes en la casa donde él había subido los escalones para presentarle a Seokjin por primera vez a sus padres, el lugar a donde ambos corrieron para compartir las noticias sobre el vientre de alquiler, la casa llena de recuerdos de Jongin cuando era niño. Incluso ahora, Seokjin tuvo que apartar los ojos de la línea de imágenes en la pared de la entrada. Afortunadamente, las chicas estaban saltando y balanceando sus mochilas, siendo el tipo de distracción que necesitaba.

—¿Estás segura de que quieres conducir en el tráfico del viernes? —le preguntó a Harisu mientras Seonmi saludaba a las chicas y tomaba su equipaje. Seonmi tenía una camisa polo y una visera blanca. Parecía una directora de crucero, hasta por el portapapeles que llevaba en una mano.

—Estaremos bien. —Harisu hizo un gesto aireado. A diferencia del atuendo eficiente de Seonmi, ella llevaba un chaleco largo sobre unas coloridas mallas con donas estampadas. —He escogido varios lugares buenos para parar a cenar dependiendo de qué tan lejos lleguemos. Lugares saludables antes de que preguntes.

—Oye, no soy tan malo —dijo Seokjin a pesar de que lo era totalmente.

—Sí, lo eres. —Harisu le dio unas palmaditas en la mejilla. —Y te amamos por eso, y prometo enviarte un mensaje de texto cuando estemos en el hotel.

—No estoy seguro de que duerman...

—Seokjin. —La voz de Harisu era severa—. Esto será divertido. Y tú también deberías divertirte. ¿Qué has planeado para esta noche? Tal vez ir a la cervecería por una cerveza o ver si esos amigos tuyos saldrán...

—La cervecería no. —Seokjin de ninguna manera estaba de humor para el Brass Rail o ningún otro lugar nocturno popular. A decir verdad, los únicos planes en los que se había centrado hacían saltar su pulso cada vez que recordaba que tenía que estar solo con Taehyung esa noche. —Pensaré en algo.

Taehyung merece más que ver Netflix y relajarse. El pensamiento se abrió camino en su cabeza y se negó a dejarlo ir, incluso después de que se despidiera de Harisu, Seonmi y se aseguró de que las chicas estuvieran abrochadas. Se sentó en el auto durante un largo momento después de que las niñas y sus abuelas se fueran, tratando de no emocionarse porque sus bebés se habían ido a algún lugar lejos sin él. Cálmate. Un automóvil deportivo lleno de jóvenes se acercó a la entrada de la casa al lado de Harisu y Seonmi. Salieron del auto, riéndose y empujándose, ya bien de camino a estar borrachos un viernes por la noche. ¿Alguna vez fui tan joven?

Hombre, echaba de menos a Namjoon. Namjoon que recordaba quién era Seokjin antes de todo esto. Namjoon que podría ayudarlo a resolver el revoltijo de emociones... Namjoon quien te mataría si supiera lo que estabas tramando con su hermano. Está bien, no Namjoon. Pero alguien. Seokjin deseó que hubiera una persona con quien pudiera hablar sin culpa o juicio o... Taehyung. Él era esa persona, o al menos podría serlo, como anoche cuando lo había escuchado divagar y lo había tranquilizado y no lo hizo sentir estúpido por sus preocupaciones. Y Taehyung no había visto mucho de San Diego desde que llegó a la ciudad.

Seokjin en casa tenía un certificado de regalo para Il Fornaio. Harisu lo había ganado en una subasta para beneficiar al coro de hombres y lo había metido en su media en Navidad, pero Seokjin no se había sentido con ganas de usarlo en ese momento. Era el tipo de lugar popular para las cenas de aniversario y las citas, no era del todo su tipo de lugar. Pero, Taehyung probablemente aprovecharía la oportunidad de explorar Coronado frente al mar y comer un buen bistec y pasta. Él no era tan diferente de los chicos en ese auto, los que ahora salían al balcón de la casa del vecino, riendo y pasando un buen rato.

ROMPECABEZAS (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora