彡A veces siento que tengo una guerra con mi mente, sobre jugar el juego de los demás o vivir mi propia vida, pero al final del día la felicidad es como una mariposa, intento atraparla cada noche en mi habitación, pero se escapa de mis manos hacia la...
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El sol se ponía lentamente en el atardecer mientras el sonido de los pasos eran el único testigo de la presencia de ambos.
Risas sin sonido, miradas complices y sonrisas sinceras hicieran que sus corazones latieran rápido, tanto que temian poder enfermar.
No, no era malo. Su madre lo era. Una despiadada y mentirosa mujer que ocultó la verdad por casi dos décadas.
El interior de la casa estaba desordenado, pero eso no importaba. El próximo día sería su graduación, el plan, aunque largo y complicado había salido a la perfección.
Jay no sabía la verdad, Sunghoon planeaba contarsela el sábado en la mañana, cuando caminaran con sus mochilas y maletas hacía el autobús para nunca volver a ver a quien llamaban madre.
Eran pequeños, eran tan solo unos adolescente que querían ser felices, alejarse de todos y poder vivir, ser libres juntos.
El pelinegro habia cumplido ya los 18 años, y creía ser lo suficientemente ingenioso.
El grab plan de Sunghoon había resplandecido en sus caras hacía ya, un mes, cuando Jay había rendido tantos exámenes libres que creía que moriría con las neuronas quemadas, todo para poder graduarse a la vez. El mensaje de que todos habían sido aprobados con un sobresaliente los hizo saltar de alegría y celebrar comiendo pizza.
Por otro lado el pelinegro había conocido a un chico, alguien bondadoso que se ofreció a buscarle posibles trabajos a los cuáles él y Jay podrían aplicar.
A ninguno le importaba la universidad, Sunghoon embobado por su sueño de ser cantante y Jay soñaba despierto con poder ser modelo.
Realmente el sol iluminaba nuevamente sus caminos ofreciendoles un futuro prometedor.
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El atardecer iluminaba ambos rostros parados fuera de su hogar, su madre como de costumbre no estaba presente en algo tan importante como su graduación, ni siquiera sabía que Jay había rendido exámenes libres y ya no debía ir a la secundaria.
-Mañana a está misma hora estaremos entrando a California-. Las palabras del rubio salieron euforicas.
-Además, tengo una excelente noticia para mañana temprano, prepárate-. La cintura del mayor fue tomada y un beso fue dejado en sus labios de forma timida.
La puerta fue abierta y ambos tiraron sus chaquetas a la escalera, la sala de estar estaba repleta fe música mientras ambos bailaban y se abrazaban con tranquilidad y amor.
-I just wanna party with you, my boy-. Las palabras del menor se quedaron minutos en su cabeza. "Mi chico".
Los pies les dolían y casi podían caer desmayados de cansancio, y eso fue lo único que los detuvo aquella noche, hasta que tomaron sus cosas y fueron a dormir, mañana sería un largo día.
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-Perdón por las demoras, el final de semestre está potente.
