XXV: Sentimientos

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El sol estaba en lo alto, pero no se sentía sofocado, la mañana era fresca, miró a su alrededor, y estaba solo, no había nadie más... a su alrededor la arena blanca brillaba con el sol y su caballo estaba inquieto... cuando comenzó a escuchar y sentir en su rostro viento, un viento huracanado se acercaba a donde el estaba, y su caballo por instinto rompió en galope en dirección contraria a la cortina de arena que se acercaba...

- ¡¡¡Zeth!!! ¡No te detengas, déjame aquí! Es una orden...- la voz de su padre volvía a resonar en sus oídos.

Las imágenes de aquella fatídica batalla lo rodeaban otra vez, pero esta vez era distinto...

No encontraba a su padre, solo lo podía oir.

-¡¡¡Padreee!!! - comenzó a gritar desesperado.

De repente sus ojos encontraban a Amín en medio de un tumulto de personas, había caído, tenía a un enemigo encima de el y Zeth sin pensarlo ayudó a quitárselo de encima atravesando con su espada el pecho de aquel hombre... la sangre le manchó su cara y tomó del brazo a su amigo para ayudarlo a ponerse de pie. Pero casi en al mismo instante bajo de su caballo porque al fin lo divisó... a unos pocos metros su padre mal herido en el suelo, con dos flechas en su pecho, y su caballo muerto aplastando sus piernas...

- ¡Padre, resiste! Te sacaré de aquí. - Exclamaba Zeth, barriendo a quien se interponga en su camino, sin importarle si era enemigos o aliados.

- ¡No, no! Déjame hijo, estoy orgulloso de lo que eres, hijo mío...- la sangre de Zihad comenzaba a brotar de su boca.

- ¡No! ¡No te rindas! Resiste, ¡te sacaré de aquí! - Zeth con gran esfuerzo logro correr el caballo que aplastaba las piernas de su padre, pero también se tuvo que defender de otro soldado enemigo que lo atacaba mientras... Zeth parecía un animal salvaje, cubierto de sangre, y asesinando cual individuo se acercara a el o a su padre para hacerles daño...

- ¡Zeth! ¡Basta Zeth!... Zeth, estás herido, déjame aquí. Es una orden... - le repetía su padre entre gemidos de dolor.

-¡¡¡No!!! ¡¡¡Nooo!!!- repetía el desesperado.

-Zeth, hijo, mírame, mírame por favor...- Zeth se acercó y lo recostó en sus piernas... -Basta ya hijo... déjame aquí, ayuda al resto. -

-No te rindas... no me hagas esto aquí...- repetía Zeth.

-Zeth, llevas mi sangre, mi sangre es tuya, deja que mi cuerpo vuelva a la tierra a la que pertenece...- murmuró Zihad. -Debes dejarme ahora... alguien más necesita de tí... escucha, solo escucha... en el viento...- seguía diciendo Zihad...

Zeth desesperado sentía como el cuerpo de su padre se desvanecía en sus manos como arena... llamo a su caballo, debía apurarse para salir de allí, pero cuando se subió a Layl, una nube de arena y viento lo cubrieron y el viento se llevó a su padre como si de arena seca se tratara...

- ¡No! ¡Nooooo! ¿Qué Rayos?! ¡¡¡Arrrggg!!!- gritaba Zeth frustrado. Pero entonces el viento le trajo una voz... de mujer...

-¡Auxilio!-

Esa voz agonizante, no, no podía ser ella, ¿Cómo había llegado ella allí? Eso era imposible. Pero la tormenta de repente se abrió en dos, como quien divide las aguas de un mar y allí a lo lejos vio la silueta de Samira siendo tragada por arenas movedizas...

Desesperado rompió en galope en su dirección debía apurarse estaba muy lejos y la arena seguía jalándola hacia abajo, ella pronto no podría respirar... Zeth clavó los ojos en el punto que la vio desaparecer y sin pensarlo apuro su caballo más aún se agachó de lado y hundió su mano en la arena para buscar la mano extendida de Samira y la jaló hacia él.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora