Francesca llegó a la mansión ya que necesitaba ver a Sofía, era como una necesidad para no caer en la ira y la impulsividad que se apoderaba de ella cuando recordaba su pasado y fechas festivas era como si movieran el puñal que tenía clavado en su pecho desde hace muchos años.
Sofía comenzaba a volverse su necesidad y la mafiosa comenzaba a notarlo por mas que le costará mucho aceptarlo, pero le hacía falta tanto que dejó de lado aquella herida que se habría con esas fechas y la molestia que le causaría ver su propia casa decorada con lo que más detestaba, pero lo hacia por necesidad de ver y escuchar a su rubia.
Sofía se había levantado temprano para comenzar con la decoración navideña para así poder terminar temprano, ya para cuando Francesca llego a la mansión ya había decorado la chimenea, el jardín, el frente de la mansión y las escaleras, solo le faltaba lo más importante... el árbol.
Francesca entro a la mansión y al ver su propia casa decorada sintió un nudo en su estómago al igual que comenzaba a sentirlo en su garganta, empuño las manos tratando de controlar aquellas sensaciones que su cuerpo comenzaba a producir, pero todo mal estar se desvaneció en el aire al ver a su hermosa rubia quien estaba decorando el árbol con una inmensa sonrisa, a su lado estaban Anna y Laura ayudándola con los adornos.
Anna tenia una sonrisa igual de feliz que la de la rubia, hacia mucho no la veía sonreír así y aquello le gustó.
- ¡No puede ser! El grinch llego- se burló Anna dándole un beso en la mejilla a su hija.
- Que agradable sorpresa, no creímos que vendrias- dijo sonriente Laura.
La rubia seguía de espaldas ignorando la presencia de Francesca.
- Buenos días, Sofía.- saludo Francesca, pero la rubia seguía de espaldas decorando.
-Buenos días, señora Amatos- se dio vuelta y la miro seria.
Francesca suspiro ante la indiferencia de Sofía, sabía que se lo merecía por lo dura que fue con ella, mientras que a Sofía le había dolido la frialdad con la que la mafiosa la había tratado y muchas más darse cuenta que no era especial como creía.
FRANCESCA AMATOS.
Sofía estaba muy molesta conmigo, tanto que ni quería mirarme a la cara, es obvio la hice sentir especial (lo que realmente es), pero luego con mi frialdad la hice creer todo lo contrario.
Lo que ella no sabe es que su frialdad y seriedad me queman por dentro, tanto que ese ardor desgarrador se expande por cada rincón de mi interior y no es un dolor tolerable, no me gusta sentir dolor, no me gusta que me sea indiferente y no me gusta su seriedad, yo quiero ver la hermosa sonrisa que me vuelve loca... aquella sonrisa que conquista cada demonio que llevo en mi interior, pero ella no sabe nada de eso y yo no podria decírselo ya que no se como y tampoco lo haría.
Suspire frustrada y entre a mi despacho, me senté en el sofa y me serví un vaso de whisky sin hielo para luego tomármelo de un solo trago.
Siento como el líquido ardiente quema mi garganta, pero no tan ardiente como siento la indiferencia de mi rubia.
- ¿No es muy temprano para que andes tomando?- pregunta Anna entrando al despacho y cerrando la puerta luego.
- Ya no soy una adolescente.- digo sirviendome otro vaso.
- Sueles comportarte como una- se sienta enfrente de mi.
- No estoy para tus sermones Anna.- la miro cansada.
-¿Te duelen estas fechas? - pregunta directamente y la miro seria.
-Me fastidian.
-No mientas, te conozco demasiado bien. Te duele recordar el pesado.
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Disparo al corazón
Подростковая литератураSofía García es una enfermera de 22 años con una vida sencilla y tranquila luego de mudarse a España, pero esa tranquilidad se acabará cuando viaje a Italia a ver a su madre y al enterarse que su padre tiene problemas con la familia más importante d...