Capítulo 40: Ya eres un niño grande ✅

45 7 28
                                    

Abrió la puerta con sigilo aún consciente de que su objetivo era despertarlo para comenzar el día, pero no podía evitarlo. Trató de contener un sollozo cuando lo vio todavía dormido, tranquilo como siempre había sido desde que nació. Un pequeño rayo de luz que se colaba entre las cortinas le dejaba ver su revuelto cabello rubio y se obligó a contener otro sollozo.

<< ¿Cuándo había crecido su bebé?>>, era la única pregunta que rondaba en su cabeza desde ese día, unas semanas atrás, que tuvieron que ir al colegio donde su hijo comenzaría su formación.

Purpurina dormía siempre junto a su hijo y alzó la cabeza al sentirla, levantándose de inmediato para saludarla.

—Buenos días, bebé —le habló en susurros, agachándose junto a la cama de su hijo para hacerle caricias—. ¿Me ayudas a despertar a tu hermano? Hoy comienza su kínder, ¿puedes creerlo? —sollozó de nuevo.

Soltó una risita al verla dar un salto y se subió enseguida a la cama de su pequeño, caminando a su alrededor hasta hacerlo removerse y quejarse.

—Pupulina... —susurró, frotándose sus ojitos para poder abrirlos y abrazar a su hermana que no dudó en llenar sus mejillas de besos—Benos días.

Purpurina emitió un par de ladridos y escuchó la risita de su hijo. Se sentó en la cama y fue entonces que su pequeño reparó en ella.

—Buenos días, mi Puntito —Reacomodó su cabello y lo alzó para sentarlo en su regazo y abrazarlo y llenarlo de besos.

—Benos días, mami.

—¿Sabes qué pasará hoy? —lo cuestionó, todavía mirándolo con nostalgia y deseando que volviera a ser un bebé—Mi pequeño Puntito comienza su kínder. Ya eres un niño grande.

—¿Hoy, mami? —Ella asintió, riendo porque había pasado la última semana preguntando si ya comenzaba la escuela nada más abría los ojos—¡Bien! Puntito es nino gande.

—Puntito siempre va a ser el bebé de mamá —replicó ella, escuchándolo reír cuando apretó sus mejillas y las llenó de besos.

—¡Papi, voy a kíndel hoy! —exclamó emocionado al ver a Alonso entrar en la habitación con Mar en sus brazos—Soy un nino gande.

—Así es —lo apoyó su esposo, mirándola por encima del hombro de su hijo cuando lo abrazó—. Y debemos ir a desayunar ya o llegarás tarde y no podemos llegar tarde al colegio. Lo sabes, ¿verdad?

—Sí, papi.

—Bien. Entonces corre a la cocina que Emilia y la tía Fernanda estaban preparando tu desayuno.

Su pequeño salió corriendo de la habitación con Purpurina tras él, obedeciendo la sugerencia de su padre, no sin antes darle un beso a su hermana.

—Quiero que sea mi bebé otra vez —se quejó, acercándose hasta su esposo para dejarse abrazar.

—Lo sé, tesoro —Besó su coronilla y pudo ver la sonrisa comprensiva que le dedicaba—, pero nuestro pequeño está creciendo y debemos acompañarlo en todas estas primeras veces también.

—Pues no quiero que crezca —se negó, tomando a su hija—y me niego a que deje de ser mi bebé. 

Fernanda no permitió que su hijo se sentara lejos de su lado y lo acomodó en su regazo, escuchándolo con atención mientras él hablaba emocionado. 

Su amiga estaba loca, eso ya lo sabía desde hacía mucho tiempo, pero ahora lo había comprobado de nuevo cuando, dos días atrás, llegó sin avisar únicamente para acompañar a su pequeño en su primer día de clases. Con ella había traído regalos de todo tipo, para sus cuatro hijos, pero el más especial y el que más ilusión le causó a Miguel fue la pequeña lonchera con puntos que le había llevado. Por lo que ahí mismo le colocó todo lo que le había preparado.

Eterna Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora