Capítulo 31

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La vuelta - Sara.

Me despido de mi padre realmente feliz. Me siento reconciliada con la vida. Y es que, quizás he tenido que vivir con él una guerra, para conseguir la paz que nunca antes habíamos tenido.

No solo siento que por primera vez me apoya y me deja ser libre, si no que, a pesar del miedo que me daba presentarle a Pol, lo ha aceptado igual que hizo en su día con Simón. Me esperaba algún juicio moral o algún comentario fuera de lugar. Todo lo contrario. Es más, antes de despedirnos, se aseguró de dejarme claro que creía que Pol era la persona indicada para mí.

Me subo en el coche con la certeza de que el viaje ha superado sus expectativas. La boda, la excusa perfecta para cerrar heridas de mi pasado. El reencuentro con mis amigos me hizo recordar que, aunque vivamos en mundos diferentes, podemos seguir compartiendo momentos juntos que valgan la pena. El hecho de que Simón siga su vida me descolocó en un primer momento. Pero entiéndeme, es ver a la persona con la que me despertaba en cama cada día durante diez años, a punto de ser marido y padre con alguien que no soy yo. La sorpresa inicial quedó diluida en lo que sentía mientras bailaba abrazada a Pol.

—Conduzco yo, ¿no? —pregunto.

Pol asiente mientras se acomoda en el asiento del copiloto. Nos espera un viaje largo de vuelta a la capital.

—Nos turnamos. Cuando estés cansada, me avisas —murmura mientras se pone el cinturón de seguridad y se acomoda en el asiento.

—¿Qué tal ha ido? ¿Te ha caído bien? Puedes ser sincero.

Me mira fijamente antes de contestar, pero lo hace con una sonrisa dulce.

—Si, nena. Me ha caído genial. Me alegro de haberlo conocido.

Enciendo el motor del coche sin poder ocultar mi alivio.

Charlamos mientras salimos de la ciudad. No miento si digo que estoy tentada de volver a parar en casa de mi madre una última vez para darle otro abrazo. Pero ya nos hemos despedido antes de la comida, con lágrimas incluidas, así que sé que lo sensato es emprender de una vez el viaje y llegar a Madrid justo al anochecer.

Tras media hora con el único sonido de la música del coche, no puedo evitar analizar a Pol.

Pol y su postura relajada de siempre. Aunque hoy con el ceño un poco más fruncido.

Pol y su sonrisa de lado, aunque ahora un poco más estrecha.

Pol y su mirada color café... y mi corazón por un segundo, se acelera. Porque esa mirada, sigue ahí. Intacta. Pero en ella hay un nuevo color, un nuevo matiz... que por primera vez desde que lo conozco, no sé interpretar.

—Amor. ¿Todo bien?

Su rostro se vuelve hacia mí.

—Sí, nena. Estoy cansado —sentencia mientras se encoge de hombros y vuelve a su postura, contemplando el paisaje con la cabeza apoyada en le ventanilla. Estira un brazo a mi muslo, y sin mirarme, habla —. Si ves que estás cansada, me avisas, y conduzco yo.

Asiento. Con un pequeño pálpito atrapado en el corazón. Uno que no sé cómo interpretar.

Y es que deberían existir avisos de detonantes en la vida real. Es decir, una alarma, una sirena, algo que nos pusiera sobre aviso, de que quizás, las cosas iban a empezar a torcerse. Seguro que en alguna película u obra de ciencia ficción existe. Que pena que esto sea la vida real, ¿no?

Pol – el viaje de vuelta.

Siempre me ha gustado conducir e ir en coche. Con Sara, más. Es un momento muy nuestro. Como una oportunidad para hablar, contarnos cosas de nuestro pasado, vivir nuestro presente y planear nuestro futuro.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora