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Los meses en los que estuvo fuera de su país natal fueron los más plenos y felices en toda su vida. Había tardado años en aceptar su constante infelicidad y ahora estaba decidido a reclamar la plenitud que le correspondía por ley divina.

Puesto que largarse suponía la valentía necesaria para dar un salto de fe a ciegas, se mantuvo vacilante al caminar hacia el aeropuerto. No obstante, sus ansias por despojarse del Jimin temeroso e inseguro superaban todos sus miedos con diferencia. Aquel sería el primero de muchos actos de valentía que tomaría con el fin de salvarse a él mismo, salvar su propia vida.

Ese día caminó ignorando el hecho de que iba sin nada a empezar de cero en un país con un idioma y cultura completamente diferentes de su país natal. Subió al avión acompañado del pelinegro y miró hacia la ventana cuando comenzaron a despegar. Se despidió por última vez del pasado, y entendió que ya no había marcha atrás. El cielo extenso, vasto e infinito reflejaban la incertidumbre recorriendo sus pensamientos como nubes densas y un viento turbulento. A su vez, el color celeste intenso del mismo le reconfortaba, pues era capaz de hacer ver aquellas nubes como parte del paisaje, indispensables para el mismo cielo, pues sin estas el cielo no sería cielo sino un simple color celeste. Las nubes, ventarrones y tormentas eran parte del encanto del cielo.

Disfrutó del viaje y aún más de los recorridos turísticos al llegar al país del amor. El hecho de ver a tanta gente con rasgos diferentes y expresiones relajadas, despreocupadas y nada comparadas con las de la sociedad coreana, le relajó y se sintió libre de ser él mismo, pues ya no habría nadie juzgándole hasta por respirar. Se sentía como recién salido del infierno.

Los paisajes eran hermosos y desprendían la esencia mágica característica de París, la comida era extraña pero deliciosa y el clima era perfecto. Jimin no pudo sentirse más agradecido con el pelinegro por haberle mostrado el paraíso y haberle acompañado en todo momento. Le hizo notar su agradecimiento al sorprenderle por detrás con un abrazo y un sincero "gracias" por parte del castaño. Jungkook solo sonreía encantado por estar al lado de su amado en un momento tan especial como aquel nuevo comienzo en las vidas de ambos.

Y así pasaron las semanas siguientes, disfrutando de las maravillas de estar vivo, de los placeres inherentes a la vida, listos para ser descubiertos por quien se digne a abrir los ojos y simplemente voltear a su alrededor. Ambos compañeros estaban encantados con los tintes de colores mezclados del cielo en los atardeceres, del dulce y sutil sabor de las frutas, el aroma fresco que inundaba el ambiente, la sonrisa de los niños que paseaban de la mano de sus padres y algunos de ellos volando cometas, los perros ladrando, el verde intenso de las hojas de los árboles... todo era una bomba de serotonina casi desconocida para ambos coreanos, quienes durante toda su vida se habían resignado a convivir con gente temerosa por mostrarse al mundo tal cual eran.

Sin embargo, llegaba el tiempo de hacer algo con sus vidas. No habían mudado de país para únicamente recorrer las calles de París, sino para seguir sus sueños. Al menos Jimin sabía lo que quería y estaba seguro de ello: iba a convertirse en bailarín profesional, pues era su sueño desde que tenía memoria.

Un buen día, emocionado por volver a bailar en mucho tiempo, salió de la vivienda que compartía con Jungkook para conocer las ofertas del mundo laboral. Jimin no dominaba el idioma, por eso fue acompañado por el pelinegro, pues este era capaz de comunicarse al menos en inglés.

Juntos recorrieron las calles hasta encontrarse con la escuela de baile. Era un edificio grande y antiguo, con la entrada de la misma adornada por las moradas hojas del árbol situado no muy lejos de ahí. En las paredes habían fotos de bailarines famosos que comenzaron su carrera en aquella academia. Jimin admiraba las imágenes de los ídolos de su infancia, dentro de los cuáles se encontraban Taemin y Kai adornando la pared con sus angelicales rostros. Admiraba a los dos bailarines como a nadie, y estaba seguro de querer seguir sus pasos.

• I N F O R M A L • yoonmin +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora