Los años han pasado y en Kensington ha perdurado la paz y la tranquilidad, sin embargo, de entre las cenizas surgirá un nuevo enemigo -¿o varios?- que busca recuperar lo que "por ley" le pertenece.
¿Serán capaces Daniela y María José de darle frente...
Una de las cosas más importantes al momento de tener una guerra, es el líder que esté delante del ejército. Por ejemplo, Alejandro Magno es uno de los mayores iconos culturales de la antigüedad, ensalzado como el más heroico de los grandes conquistadores. Un segundo Aquiles («soldado y semidiós»), para los griegos es su héroe nacional y libertador, o vilipendiado como un tirano megalómano que destruyó la estabilidad creada por las personas. Sea como fuese, Alejandro conquistó Asia Menor y varias islas del mar Egeo. Con su ejército también conquistó el poderosísimo Imperio Persa y el Imperio Aquémedida.
Una de sus frases más celebres fue aquella que dice: "No tengo miedo de un ejército de leones guiado por ovejas; tengo miedo de un ejército de ovejas guiado por un león."
No importa si hay un ejército de 50 mil hombres y mujeres, si tienen los mejores armamentos o la mejor tecnología; si ese ejército no es comandado por un león, por una persona con las suficientes agallas y la suficiente valentía para luchar y liderar, entonces todas las armas y toda la tecnología no servirá de nada.
Y en esta historia, no había un león... había dos leonas dispuestas a lo que sea para acabar con cualquier enemigo que se les atravesara en el camino.
Daniela Rinaldi estaba liderando su ejército, ese grupo de hombres y mujeres que iban a gran velocidad por el camino de tierra en medio de la oscura madrugada, lideraba con gran capacidad a ese grupo de personas que estaba estratégicamente ubicados en distintas zonas de la Villa.
— ¿Todos preparados? –se comunica a través del auricular.
— Preparados, mi General –responden al unísono tanto la Bratva, como la FSM y los Vitale.
Después de unos cuantos kilómetros más, Daniela junto a su equipo llega a la ubicación que estaba planeada para ella, el reloj ya marcaba las 05:00 de la mañana. Se baja de la moto, el resto la imita. Dejan los cascos a un lado y apagan los motores para volver el lugar a un silencio sepulcral. El sigilo era clave para esa misión.
— Mi General, ya los francos tienen en la vista a los objetivos –comunica Milán.
Había francotiradores alrededor de toda la villa, cada uno con un objetivo en la mira.
Daniela saca el celular que tiene guardado en el bolsillo de su pantalón y lo enciende para ver la ubicación exacta de su esposa.
— Mamá, ya tenemos control de los dispositivos tecnológicos de la villa –Damián le habla a su madre. Daniela mantiene su vista fijada hacia la entrada norte de la gran casa.
