Capítulo 16, Declaración

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— No pensé que lo mataría.

Fue lo que dijo la joven que se hallaba entre los brazos del rey, Baldwin acariciaba sus cabellos y recorría la curva de su espalda, todo era armónico y suave.

— Te ha hecho daño, y te ha humillado.

Adara se cobijaba en el pecho del hombre y respiraba aquel aroma característico de Baldwin, debido a que nunca había estado tan cerca del rey como lo estaba ahora no podía saber con exactitud los olores, pero definitivamente su nariz experta en hierbas descubrió el aroma del tomillo, árbol de té y un toque de hamamelis.

Baldwin olía exquisito.

— Pero, ¿merecía la muerte? - preguntó en un suave susurro.

Pasaron segundos cuando Baldwin se separó del abrazo, Adara se estaba lamentando de ventilar el tema cuando el rey tomó su rostro entre sus manos y la obligó a mirarla.

— Aquel que atente contra tu integridad, que logre lastimar tu piel, es quien merece sin hesitación la muerte misma.

Baldwin con sus dedos acariciaba sus tiernas mejillas y su suave mentón, adoraba cada parte de ella, admiraba cada rincón, cada parte de su piel y maravillarse con su luz.

— ¿Por qué?

Adara tenía que saberlo, entender por qué el rey llegaría tan lejos como para decapitar él mismo a un hombre de cuna noble, de tierras importantes, sin titubear. Ella sintió como Baldwin detuvo las caricias en su rostro, vio como su mirada se entrecerró, estaba pensando, meditando su respuesta.

Y es que el rey no sabía qué responder, entendía que la acción que él había cometido hace unos momentos no era totalmente aceptable, matar a un hombre por humillar a una mujer era un castigo demasiado severo, debería haberlo humillado, darle azotes y exiliarlo. Pero era de ella de quien se trataba, de la mujer que robaba sus suspiros y quien no le permitía conciliar su dormir con su imagen, la muerte para aquel infeliz era la única solución para la tranquilidad de él.

La insistencia de ella lo agobiaba, pues obligaba en él soltar aquellas palabras que tanto quería guardar en su interior, él estaba bien con eso, vivir con coqueteos vanos y sonrisas de sus labios, él podía vivir con eso, sin embargo, mirarla allí exigiendo lo que no quería decir pero que ella lograría lo dejaba aturdido.

"Siempre consigo lo que quiero, mi rey."

Recordó lo que aquella joven dijo en una de sus reuniones, y comprendió entonces que era verdad, pues de sus labios obtendría la respuesta que ella exigía.

— Porque tengo sentimientos hacia su persona.

Vio cómo aquellos ojos verde esmeralda se abrían en sorpresa, y en ellos pudo ver el reflejo de su máscara, y el joven rey se arrepintió de sus palabras pues comprendió que él jamás podría besar aquellos labios que tanto anhelaba o sentir el calor directo de su piel. Se sintió egoísta por colocar en dicha posición a la joven, que un rey leproso declarara su amor solo haría en ella presión por una respuesta, y con la amabilidad que la joven le profesaba seguramente buscaría palabras que no hicieran sentir mal en él.

Él quitó sus manos enguantadas del rostro de la joven, pudo ver aún la mirada de sorpresa en sus ojos, aquello el rey lo tomó mal, lo interpretó como shock por parte de ella.

— Pero no debe preocuparse por ello, pues jamás obligare nada en usted. - se apresuró el rey. — Le declaro estos sentimientos en respuesta a sus exigencias, más no busco reciprocidad pues comprendo que no sean correspondidos, mi dama.

Esas palabras fueron las que rompieron la sorpresa en el rostro de la joven, quien frunció el ceño y su cara mostró confusión.

— Su majestad...

Agápi mouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora