CAPÍTULO 31 "¿APOYO MORAL O PERDER EL APOYO?"

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"Y no me importa quién lo vea, cariño, no quiero esconder como me siento cuando estás junto a mi"

—Ariana Grande.

Oliver.

Vaya día de mierda.

Nunca fui una persona que le gustara resolver los problemas a golpes o aventando cosas, pero esa tarde. Esa maldita tarde.

No quería pelearme con Jack a golpes, pero no me dejó ni siquiera reaccionar cuando me soltó el primer golpe y por alguna razón se lo regresé.

Algo muy estúpido, sí.

Algo que no debí de haber hecho, sí.

Que me ganó la situación, sí.

Que odié que Camile estuviera ahí, y me viera peleándome, sí.

Que me dio pena cuando mi mamá llegó por mí y tuvo que firmar no sé qué cosa para que la seguridad del centro comercial me dejara ir, sí.

En realidad, me sorprendió mucho ver a Camile y a Owen esperando afuera de la oficina de seguridad.

A Camile le dije que la iba a llevar a su casa y a Owen le ofrecí lo mismo, pero dijo que no hacía falta que él se podía ir solo, pero que me esperó porque quería saber si estaba bien, además de que quería cerciorarse de que Jack también saliera.

En realidad, no lo culpo, él siempre se caracterizó por preocuparse por la gente, aunque no fuera de su agrado y no me podía enojar, yo no tenía el poder de decirle con quién hablar y con quién no.

En otro contexto yo hubiera hecho lo mismo que él, pero en ese momento no quería saber nada más de Jack, tenía que esperar a que se me bajara el coraje de la pelea.

En el carro el ambiente era tenso. Mi mamá iba con el ceño fruncido, estaba muy enojada y entendía perfectamente la razón, ella no despegaba la mirada del camino.

Camile iba abrazando a pingu, el muñeco que sacó de aquella máquina de peluches, por su expresión deduje que estaba abrumada, sabía que, el que Lily y Jack se enteraran así de lo nuestro le había afectado, porque ella tenía un plan para decírselos, pero al parecer las cosas no iban a pasar como ella tenía planeado.

Me sentía un poco mal al verla así, de alguna manera yo también era culpable.

Me moví un poco incómodo, me dolía todo, y sentía que el labio me palpitaba.

«Ah, porque hay que recordar que los oficiales solo me dieron un algodón con un poco de alcohol y ya.

Su puto algodón no me ayudó en nada»

No sabía si tenía que hacer o decir algo, miraba a mi mamá y a Camile, pero seguía sin entender qué se suponía que debía de hacer.

Oí como Camile suspiró y me sentí de la mierda. Me acerqué a ella con un poco de miedo, temía que estuviera enojada conmigo, así que fui un poco sigiloso y le tomé la mano con la que tenía abrazado a pingu.

Ella me miró y le sonreí, acción que me devolvió, pero su sonrisa se convirtió en una de preocupación al verme la mano, tenía los nudillos rojos y con unas salpicaduras de sangre, no sabía si era mía o de Jack.

Camile suspiró y a mí me dieron ganas de abrazarla, pero sentía que me estaba muriendo, que no lo hice. Aunque sabía que tenía que hablar con ella. No supe ni cómo, pero ya estábamos afuera del edificio de Camile.

—Gracias por traerme — susurró Camile y tomó la manija del carro, pero la detuve.

—Espera — dije y miré a mi mamá por el espejo retrovisor — en realidad, me gustaría quedarme con Camile.

El chico de la bufanda grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora