Prólogo

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— ¡Quemenlo todo!. — Exclamó con su voz profunda y en un tono demandante mientras observaba cómo sus hombres seguían al pie de la letra sus órdenes. El color oscuro de sus ojos se avivó en el momento en el que las llamas empezaron a consumir aquel gran edificio, donde decenas de hombres yacían sin vida, un poco de evidencia más que borrar.

Su mirada se mantenía pegada al fuego incandescente que empezaba a crecer con rapidez mientras limpiaba los restos de sangre que habían quedado en sus manos con un pañuelo blanco que solía cargar en el bolsillo de su traje. Se deshizo de aquel pedazo de tela tirándolo al fuego para luego darse vuelta y empezar a caminar hacia su auto donde dos de sus hombres lo esperaban. — Supongo que esto le servirá a esos bastardos a saber que mi ley es mi ley, lo que yo digo se hace y no hay más que eso. — dijo para después colocar un cigarrillo entre sus labios y encenderlo. En su rostro se encontraba una expresión de superioridad acompañada de una sonrisa altiva. En su mundo solo habían dos opciones; vivir para servirle o caer ante el poder de su nombre.

— Felicidades, señor. Suma usted una victoria más a la lista, aunque no me sorprende. — apremió Kebler, su consejero, mientras subia al auto y cerraba la puerta, en su rostro aún se mantenía aquellas características expresiones de superioridad, le dió una mirada al hombre de cabello largo y oscuro, unos años mayor que él.

  — Está claro que sería una victoria, Kebler. ¿Con quién crees que estás hablando si no? En mi mundo la palabra derrota no existe, simplemente la victoria y el poder. – dijo aún sonriendo, se regocijaba ante la idea de saber que una vez más había sometido a un gran número de individuos, como suele llamarlos, ante el peso de su poder.

Precisamente un nueve de marzo del mil novecientos noventa y siete, en medio de la noche, se dió el nacimiento del sentido del poder personificado. Kwan Morassovi de ahora veintiséis años, representaba todo aquello que el hombre podría desear, contando con un gran intelecto, encantos irresistibles y como anteriormente fue mencionado, un poder avasallador. Su personalidad particular es una de las cosas que más lo distinguía, el sarcasmo, altivez, egocentrismo y todo aquello que podía ser reprochable formaba parte de su peculiar y encantadora, pero dura personalidad. No obstante, a pesar de que su forma de ser fuera detestable para muchos y atrayente para una gran cantidad de damas, su físico claramente no pasaba desapercibido, su presemcia eta algo realmente imponente, la expresión de seriedad que siempre traía en su rostro, acompañada en ocasiones por una sonrisa egocéntrica o una mirada altiva en sus ojos marrón claro hacían del hombre de tez clara y cabello negro como la noche alguien peligrosamente atrayente a la vista.

El hombre nacido de padre ruso y madre coreana, con el paso de los años había demostrado su perfecto potencial para manejar el negocio de su padre, la mafia. Había forjado también su carácter de una manera impecable, como todo lo que hacía, un hombre el cual no dudaba dos veces en hacer lo que necesitaba para obtener lo que quería de una manera totalmente estratégica (cosa que también se le podia retribuir, su gran instinto estratégico), era ahora el jefe de Kromander, una mafia extendida no sólo a lo largo de Europa, sino que también del continente asiático y americano. Morassovi se había encargado de tomar el negocio de su padre desde los veinte años para así potenciarlo y ser lo que es ahora, toda una extensión de poder a manos de Kwan Morassovi, el mejor líder que está organización había tenido, superando a tres generaciones pasadas.

El hombre había tomado aquello que los antiguos cabecillas de Kromander habían hecho y lo había multiplicado con el paso de los años, con su distintivo poder de estrategia, planeación, negociación y por supuesto, su ambición por obtener más y más. Para algunos aquello podría ser soberbio y significar una debilidad, pero para Morassovi esto era solo un poco de motivación para obtener y poner a sus pies todo aquello y a todo aquel que quería, podía manipular a su antojo a hombres y mujeres y aún más, infundir su autoridad y el temor que enfrentarse a él significaba ya que o vives para servirle o caes ante el poder de su nombre. Como siempre solía decirlo.

Kromander, organización clandestina con cimientos en la ciudad de San Petersburgo, extendida a manos de los Morassovi por toda Rusia y países cercanos, dedicada al monopolio de diferentes mercados y obtención de poder por medio de el chantaje, la violencia y el crimen. Los Morassovi sabían perfectamente cómo jugar sus cartas para obtener todo aquello que quisieran, sabían perfectamente las estrategias que debían ser seguidas para obtener un camino directo al éxito, pero Kwan cambiaba las reglas del juego, no tenía por qué seguir un camino o estrategias. Kwan simplemente era quien formaba los caminos y movía todos los hilos a su antojo, parecía incluso tener a todo aquello que las personas llamaban "suerte" y "destino" como sus más grandes aliados. Él no creía en ninguna de esas cosas ya que siempre tenía presente lo siguiente. "Nada pasa sin que yo lo haga pasar. Y si ha de pasar, será a mi antojo".

K R O M A N D E RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora