Hanahaki

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Resumen: Pétalos de girasoles brotaban de su boca, sellando su destino.

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No debió haberse acercado demasiado.

No debió haberse abierto a él, contarle cosas que nadie más sabía; sus sueños, sus deseos y sus pesadillas.

No debió haberle abierto las puertas a su espacio.

No debió haberlo abrazado, sabiendo que su corazón no podía aguantar la calidez del cuerpo de él junto al suyo, haciéndole anhelar más de lo que se le permitía.

No debió haber hecho tantas cosas que lo llevaron a este punto; arrodillado en el piso de su baño, vomitando como si no hubiera mañana para él, pétalos brotaban de su boca junto con su sangre.

Pétalos de girasoles que ahora sellaban su destino.

Hanahaki

Tenía la maldita y jodida  enfermedad de las flores.

— Miguel, ¿quieres que...?

— No le digas a nadie, Lyla.

— Miles debe de...

— Especialmente a Miles... no quiero que le digas a Miles de entre todas las personas... Por favor — Prolifero y la IA se cruzó de brazos con su ceño fruncido antes de mover su cabeza en señal afirmativa y desapareció nuevamente.

Recargó su frente en la orilla del inodoro, buscando entre la maraña de opciones que podría tomar cuál sería la más idónea y que no abarcará un nivel de riesgo alto; podía simplemente decirle a Miles que había terminado enamorado de él pero aquello traería consigo un posible rechazo (que traería consigo su muerte inmediata) u operarse las flores en el universo de Spider Noir (teniendo como consecuencia que perdiera cualquier emoción sin olvidar el nivel de riesgo del sesenta por ciento de morir en la operación por la complejidad que traía consigo una operación de extracción de flores en el interior de su cuerpo sin dañar órganos importantes).

Sin importar cuál decidiera tomar, iba a morir.

— Estoy jodido — Mascullo y le hubiera encantado tener a algún villano a la mano al cual romperle algunos huesos para calmarse, sin embargo, no había nadie en esa habitación.

Estaba solo.

Como siempre lo había estado.

(...)

— ¡Miguel...!

—  Ahora no, estoy ocupado — Interrumpio, tirando los pañuelos en el cesto de basura antes de volver su vista a las pantallas holográficas con Lyla en su hombro tomando selfies — Vuelve más tarde.

— Miguel, esto es serio.

Suspiró, quitándose las gafas y volviendo su vista a la rubia quien estaba tan pálida como si hubiera visto a un fantasma; no tenía su ceño fruncido de siempre, podía ver rastros de sangre y heridas menores en su traje que le hicieron preocuparse un poco por lo que diría.

Se suponía que debía estar en una misión junto con Miles, de eso ya habían pasado varias horas, deberían haber llegado los dos a dar su informe; tal vez Miles se quedaría y le contaría algunos chistes mientras dibujaba, causando que su corazón se sintiera cálido y tuviera que ir al baño a soltar todos los pétalos amarillentos que eran símbolo de su enamoramientos tan doloroso que poseía.

Al menos eso llevaba sucediendo las últimas tres semanas desde que decidió guardarse para sí la enfermedad que tenía.

— ¿Qué ocurre?

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