40 Annabelle.

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Y a veces las cosas parecen estar escritas, como si no importara cuánto luches, cuánto intentes cambiar el curso de los acontecimientos, porque cuando el destino ha trazado un camino, por más que tomes otra ruta, siempre tendrás el mismo final.

*****

Mi padre extendió su mano hacia Andrés, sonriendo con amabilidad y no pude evitar burlarme de lo absurdo que me resultaba todo.

¿Cómo estás? —preguntó mi padre, Andrés asintió— Qué gusto verte.

El gusto es mío, juez...

Sentí mi corazón golpearme con más fuerza al escuchar su voz, al sentir el aroma de su perfume y solo deseé poder huir de allí, de mis padres, de él.

Qué gusto verte, cariño —escuché decir a mi madre con emoción— ¿Cuándo llegaste?

Hoy, llegué temprano —respondió Andrés— feliz cumpleaños.

Gracias, cariño —respondió mamá visiblemente emocionada— ¡Qué alegría que estemos todos juntos!

Quise escapar del lugar, pero mi madre me tomó de la mano arruinando mis intenciones.

Mira Andrés, ella es mi hija mayor —nos presentó girandome por completo hacia él— Anabelle.

Respiré profundo y extendí mi mano con la clara intención de fingir que no nos conocíamos. Andrés la tomó de inmediato y todo mi cuerpo sufrió un desagradable temblor que estaba seguro todos lo habian notado.

Ya nos conocemos —respondió Andrés sorprendiendo a todos, incluso a mí— Qué alegría verte, Anna.

Luché por disimular mi molestia y le solté la mano.

Mamá, me marcho ya —anuncié— estoy cansada.

¡Ay no, cariño! Espera un poco, cortemos el pastel... por favor.

Me apretó la mano y me miró con ojos suplicantes, quería irme, pero no iba a poder marcharme, así que terminé asintiendo.

¡Pastel! —gritó Ana al entrar.

Gracias al cielo la atención de todos se fue sobre mi sobrina y yo aproveché el momento para alejarme de todos y caminé hacia el jardín trasero en busca de un poco de soledad, de tranquilidad.

Mi corazón estaba descontrolado, mi cuerpo temblaba como una gelatina y el dolor en el pecho era aun más insoportable.

Me detuve cuando nadie estaba cerca de mí y me di cuenta de que ese lugar era extraño para mi, no era mi hogar y me di cuenta que ademas de todo no conocía ni a mi hermana, ni siquiera conocía a su mejor amiga, no sabía que mis padres y los de Andrés eran tan cercanos y eso me entristeció porque una vez más me sentí sola.

Toda mi vida estaba de cabeza y mientras más intentaba entender cómo era posible que Andrés conociera a mi familia y yo no lo supiera, las respuestas saltaban solas...

Ya no era parte de ellos.

Me detuve en el columpio que había en el lugar y lo miré con nostalgia recordando los momentos hermosos que viví allí en mi niñez.

¿Estás bien? —susurró mi hermana detrás de mí

Suspiré y traté de disimular el dolor que estaba sintiendo, la tristeza que me habia atrapado de nuevo

¿Es él? —me preguntó.

Hubiera preferido mentir, pero ella ya no era una niña y aunque era extraño, porque no había compartido muchos momentos, Gianella parecía conocerme mejor que yo a ella.

MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora