—¿Estás segura?
No. No estaba jodidamente segura de nada pero no era eso lo que tenía que decir a menos que quisiera embarcarme los siguientes cinco minutos a un regaño de su parte por ser tan severa.
Así que, soportando su mirada de preocupación incluso al otro lado de la pantalla, asentí con tanta seguridad que no parecía que mi pecho se apretaba con fuerza.
—Ya tengo suficientes cosas de las que encargarme aquí como para soportarlo—confesé con amargura—y amo a mamá pero no pienso soportar sus miradas despectivas y odiosos comentarios solo para asegurarme de que ella asista a su próximo control.
—¿Pero estás segura de que no es nada grave?—preguntó con rapidez—, porque si lo es puedo aplazar algunos compromisos y acompañarte a verla. Sabes que no me importaría y así tú estarías más tranquila.
Un nudo me apretó la garganta al ver su disposición. Collin había sido, sin lugar a dudas, lo mejor que me pasó desde que llegué a Inglaterra y podía jurar que mi vida ahora mismo no sería la misma sin su ayuda.
Más que mi editor, era también mi familia.
—Estoy tranquila—le aseguré con suavidad—, me dijo que se encontraba mejor y que solo se había desmayado porque había estado comiendo poco y mal por el ritmo de trabajo que lleva.
Algo que me había hecho enfadar demasiado hace dos días que hablé con ella después de ver su llamada.
Mamá siempre había tenido una salud delicada y tenía que cuidar especialmente de sus horarios de comida pero con el pasar de los años se había encerrado en la empresa familiar tanto como papá lo había querido y no dudaba un solo segundo que la había convencido de trabajar de más solo para no soportar las quejas que tendría sobre mí cada segundo del día. Y me preocupaba muchísimo que ella estuviera haciendo de más por mi culpa, aunque la llamaba constantemente y ella aseguraba que estaba bien. No era la hija horrible que él se encargaba de presumir con todos sus amigos y familiares, menos cuando se trataba de ella.
—¿Estás segura que no quieres viajar a verla?—me preguntó con duda.
—No por el momento, mamá me prometió que me llamaría si la situación empeoraba y de hacerlo viajaré sin dudarlo.
—Avísame si eso pasa—pidió con dulzura—, sabes que no estás sola.
—Lo sé—le sonreí—, por eso te quiero.
Collin correspondió a mi sonrisa y por el siguiente par de minutos nos pusimos al día con nuestras vidas. Él era quien tenía mucho más que contar, en especial cuando con alegría me dijo que su hijo mayor iría a visitarlo el fin de semana para presentarle a su novia, se notaba que le hacía ilusión verlo después de tanto tiempo y en especial tan feliz.
Luego yo tuve que ponerlo al tanto de lo que había pasado en el idiota de mi vecino, algo que lo hizo reír.
—¿Me hablas en serio?—preguntó divertido.
—Te lo juro, es más...
Tomé mi celular y desbloqueé la pantalla para buscar la última conversación entre mis mensajes, al menos si eso podía llamarse así ya que solo le había respondido un par de veces, para luego enseñarle el último mensaje que había recibido esta misma tarde.
«Vecino idiota: Quién le tiene contraseña a un usb?, eres acaso una espía secreta y por eso necesitabas encriptarla?»
Collin soltó una carcajada.
—¿Con qué derecho quiere revisar mis cosas ese idiota?—me quejé—, lo único que ha evitado que le ponga la denuncia es que seguro dirán que es culpa mía por dejar el balcón abierto todo el tiempo y que antes debería agradecer que todo lo que me robaran fuera un usb de trabajo.
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Cuantos problemas
RomanceKeyla Hill tiene seis meses para escribir una nueva historia antes de que se cumpla el contrato con la editorial y se siente frustrada porque su editor no ha pasado el primer manuscrito que le envío sin importar cuántas correcciones haga. Tiene todo...