En un Pueblo Pequeño y Apartado

Parte 1 Sin Título

    En un pueblo pequeño y apartado, una gran celebración se efectuaba en los terrenos del templo dedicado al dios de su comunidad. Aquella iglesia era el edificio más grande de la localidad, demostrando así su adoración y devoción, y en su interior se celebraba la bienvenida de una recién nacida a su congregación. Todos los habitantes del pueblo habían sido invitados y cada uno se presentó honrando sus ritos religiosos y celebrando la ocasión jubilosos. Pero cuando el sol se ocultó por fin, las puertas se abrieron sorpresivamente, permitiendo que un desconocido entrara sin permiso, acompañado de un viento gélido que apago todas las velas de golpe, dejando solo las luces eléctricas.

--Vaya, vaya, que gran fiesta tenemos aquí-- comentó una voz fantasmal sin dueño definido, aunque quizás haya provenido del inusual visitante.

El extraño aparentaba ser un hombre de estatura promedio y complexión delgada, quizás joven o quizás viejo. Sus ropas oscuras y formales, junto con una corbata de bolo con una piedra roja, no iban en desacorde con la vestimenta de los demás, salvo por su capa azul, y por su extraña mascara blanca, que mostraba una sonrisa afilada y tres ojos negros.

--¡Este festejo es solo para los congregados de nuestra comunión! ¡¿Quién te crees que eres para venir sin invitación?!-- exclamó el sacerdote a cargo de aquel templo.

El viejo hombre santo se irguió frente al intruso, su túnica ceremonial blanca y roja se oponía al elegante negro y azul del extraño.

--¿No estoy invitado? ¡Que vergonzoso de mi parte! Revisemos la lista de invitados para estar seguros-- dijo el fantasmal intruso apoderándose de un cuaderno que posaba en un estante.

--Vaya colección de invitados, hubieran ahorrado mucho papel si hubieran escrito "todo el mundo". Fueron invitados: el panadero, el carpintero, y el zapatero. Qué curioso, no veo en esta lista ningún hijo o hija del asombro-- comentó el enmascarado hojeando el libro.

--¿Quiénes?-- preguntó el sacerdote confundido.

--¡Los hijos e hijas del asombro! Hablo de sus pensadores, sus investigadores, sus inventores y artistas. ¿Dónde están, donde me los escondéis? Las charlas con ellos siempre son jubilosas-- comentó el encapuchado paseando su fría mirada entre los presentes.

--Me temo que no tenemos de esos, nuestra comunidad es orgullosa por sus tradiciones simples y humildes-- respondió el viejo sacerdote.

--Un pueblo sin soñadores, eso es triste. Pero veo que tienen razón, no estoy invitado, aunque no me sorprende. ¿Quién susurraría sobre un espectro como yo en un pueblito como este? ¡Que descortés de mi parte presentarme con tal descaro! Permítanme al menos ofrecerle un presente de mi parte a la niña-- anunció el así llamado espectro haciendo aparecer un regalo gentilmente envuelto entre los pliegues de su capa.

--Dejemos que se lo entregue y que luego pueda irse-- dijo la madre de la niña.

El oscuro ser se aproximó a la niña en su moisés con su paquete en mano, y cuando estuvo frente a ella y sus padres, el espectro desenvolvió el regalo revelando un libro de colores brillantes y la imagen de un imponente dragón en su portada.

--Mitos, leyendas, y cuentos de todo el mundo, uno de los mejores regalos, en mi opinión, que se le puede dar una futura soñadora. ¿Y por qué no? Para el resto de niños y niñas del pueblo también-- explicó el carismático visitante presentando aquel libro ante los padres.

--No le leemos cuentos paganos a nuestros niños, solo nuestros textos sagrados son permitidos-- declaró el padre de la niña.

--Si, los leí. Otra reinterpretación más de los mismos relatos que he escuchado tantas veces ya. Algunas de ellos están en este libro también, aunque con ciertas libertades creativas, al igual que muchas otras leyendas fantásticas. Como la de Thor cuando roban su martillo, esa es hilarante, también hay trágicas, como la de Apolo y Jacinto, su historia de amor es tan triste como fascinante-- expresó el especto, ojeando su propio libro con su mano enguantada.