Por favor,

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Y el beso continuó.

Mejor dicho, los besos. Porque Yoongi había perdido la cuenta de las veces que tuvo que separarse por unos breves segundos para regular su propia respiración. No podía mover sus labios y hacer que sus pulmones funcionaran a la vez. No sabía si eso era por sus incontrolables nervios o por su falta de experiencia.

Jimin, por su parte, se había recostado contra la pared, atrayéndolo cada vez que se alejaba al tenerlo agarrado de un lado de la chaqueta del uniforme que aún no se había cambiado por estar esperando a que llegara en la puerta de su habitación.

Aunque había ocasiones en que sus labios le dolían por lo demandante que el rubio era —al parecer había olvidado que tenía una herida allí—, Yoongi no lo iba a detener, no cuando teme que si abre los ojos, todo esto desaparezca.

Lo cual se hizo realidad al escuchar una puerta cerrándose a lo lejos.

—¡Jiminie, ya estoy en casa!

El cuerpo de Jimin se tensó al instante, provocando que la mano que antes se había mantenido firme en él, ahora lo alejara por completo.

—Vete —le dijo en voz baja y entrecortada, con sus mejillas rebosando en color—. Vete, Yoongi.

Yoongi se toma su tiempo para poder reaccionar, ya que era difícil mirar a otra parte que no sea su rostro sonrojado o sus ojos caramelos brillando con fuerza.

—Jimin...

—Yoongi, por favor. —Prácticamente se lo suplicó—. Heesoo puede subir en cualquier momento.

Y si hay algo que no puede hacer es negarse a las solicitudes de Jimin, así que, luchando contra sus instintos, logra retroceder unos pasos hasta que nada sospechoso se vea entre ellos. Si se ignoraba sus respiraciones agitadas y sus labios hinchados, por supuesto.

Yoongi abre la boca de todas formas, siente la necesidad de aclarar un par de cosas más, pero Jimin ya estaba entrando a su habitación, cerrando su puerta con una desesperación que se dio a notar por el golpe de la madera haciendo temblar todo ese segundo piso.

O tal vez solo provenía de él mismo porque el beso parecía haberlo dejado bajo un encantamiento, apenas siendo capaz de dirigirse al ático, aunque cree que se fue tropezando por todo el camino.

•••

Jimin está tan fuera de sí que si no sintiera sus labios aún entumecidos, fácilmente podía haber concluido que se había vuelto loco. Lo cual, en retrospectiva, no era tan descabellado de pensar porque... ¿Cómo era posible que le haya correspondido ese beso?

Y los muchos otros que le siguieron. Demonios, hasta los había exigido al no permitir que se alejara por mucho tiempo.

Jimin hundió su rostro en una de sus almohadas, tratando de controlar el hormigueo de su cuerpo, el que se direcciona hacia todos lados, pero en especial en la boca de su estómago.

¿Ahora qué haría?

Aunque la palabra 'gustar' no lo termina de convencer, es evidente que Yoongi siente atracción hacia él. Una atracción que Jimin sabe que puede generar en las personas por su hermosa apariencia y atractivo natural, pero que no creyó que funcionara precisamente en Yoongi.

Y no puede evitar que una parte suya se emocionara por eso. Tener esa clase de poder sobre el chico que siempre has deseado, pero que nunca te hizo caso, debe ser de las mejores sorpresas que te puede dar la vida.

Sin embargo, Yoongi no es cualquier chico.

Porque no importa cuánto su corazón lo anhele, necesite y reclame, él no va a dejar de ser su hermanastro, el hijo directo de Heesoo, quien es su madre por excelencia. Los cuatro son una familia, eso es algo que su padre no para de repetir. ¿Entonces qué más podía hacer? Seguir en ese papel.

Pero es difícil de cumplirlo cuando todavía era capaz de sentir esos labios contra los suyos, cuyos labios tienen la habilidad de hacerlo temblar con un simple toque... con una sola caricia. Jimin aprieta los ojos, mientras se remueve en la cama.

¿A quién le mentía? El único con poder sobre el otro es él. Yoongi puede desarmarlo y armarlo al mismo tiempo, puede hacer que llore y suspire con igual de potencia, así como también puede tratarlo de la peor forma posible y besarlo hasta dejarlo sin nada. Y aún así, para Jimin sería imposible apartarse de su lado.

Jimin se tocó el pecho, el que no se cansaba de retumbar en nombre de ese sentimiento que siempre reservó para él, pero que ahora luchaba por resurgir en su interior. Y tiene miedo, mucho miedo. No está preparado para todo lo está por venir.

Y es por esa razón que de nuevo no pudo dormir. Sus ojos ardían y su cuerpo se sentía pesado, tanto que Heesoo le preguntó si se encontraba bien a la mañana siguiente.

«Besé a Yoongi», reprimió esa respuesta al estar frente a su desayuno. «Y me gustó tanto que podría besarlo por el resto de mi vida», alzó su mirada hacia ella, como si le estuviera hablando en ese momento: «¿Qué piensas sobre eso, madre?»

—Nada, solo he tenido muchas tareas —le contestó en su lugar.

—Siempre tan responsable. —Heesoo alargó su mano derecha para acariciar la suya.

Jimin le sonrió como era de costumbre, dejándole luego un beso en su mejilla al despedirse. Aunque esa falsa tranquilidad se perdió cuando salió de la casa. Con el frío atravesándole los huesos. ¿Cuánto más podría hacer esto? ¿Cuánto más podría fingir que no pasaba nada?

Y el mundo volvió a ponerlo a prueba al distinguir que Yoongi estaba de pie en una de las esquinas de esa misma recta. Esperando, está esperando por él otra vez.

Dios, sí que quería hacerle perder la cabeza.

Jimin tomó aire y continuó caminando como si no estuviera a punto de sufrir un desmayo. Mientras más se acerca, más se asegura de no mirarlo, aunque claro, Yoongi no pensaba de igual manera.

—Jimin-

—Silencio —le ordenó enseguida—. Heesoo aún está en casa, puede salir en cualquier momento.

Pero a Yoongi no parecen agradarle esas palabras.

—A mí no me importa Heesoo.

Y Jimin quiere reírse de él. Quiere burlarse, gritarle y besarle. Todo a la vez.

—Pues debería. —Apretó sus labios—. Es tu madre.

—Ella no es-

—Es tu madre —se lo repitió con firmeza—. Por más que te moleste, por más que lo niegues, es tu madre —suspiró—. Y ella se casó con mi padre, ¿eso en qué nos convierte?

Aunque su atención seguía al frente, pendiente de la salida de Heesoo, por el rabillo del ojo podía notar que Yoongi se tensaba.

—Heesoo ni siquiera me ve como su hijo —le dijo él con amargura—, y en lo que a mí respecta, es razón suficiente para no considerarla mi madre.

A Jimin se le escapó otro suspiro.

—Eso no quita el lazo que los une —le habló por encima del hombro—. El lazo que nos une a los dos.

Yoongi comprimió su mandíbula.

—Tú no eres mi hermano.

—Lo soy.

—Jimin.

Afortunadamente, un taxi pasó por allí, haciendo que Jimin deje atrás el llamado de Yoongi. Solo quería escapar por ese instante. Sin embargo, al abrir la puerta del auto, una mano sobre esta le obstruye el paso.

—¿En serio vas a fingir que nada pasó?

Había un evidente reproche en la voz de Yoongi, lo cual hace que su estómago se retuerza por completo. Eso es lo único que le queda: fingir. Seguir conteniendo todo lo que siente. Porque si no lo hace, no será capaz de detenerse.

—Hasta luego, Yoongi.

Jimin lo hizo soltarse del taxi, para meterse de golpe en este. Ahora tiene la certeza que Yoongi dirá su nombre las veces que sean necesarias, que no se cansará de buscarlo con tal de hablar, de ser escuchado y correspondido. Y él no sabe cuánto más podrá soportarlo.

Alianza Equivocada | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora