Capítulo 4: La cena

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Lucía se arregló para su cita con Martín. Se puso un vestido rojo que le quedaba muy bien, unos zapatos negros que le hacían más alta, y unos pendientes de plata que le daban un toque de elegancia. Se peinó el cabello con unas ondas suaves, y se maquilló los ojos con un delineador negro y los labios con un brillo rojo. Se miró al espejo y se gustó. Se sintió guapa y segura de sí misma.

Martín se preparó para su cita con Lucía. Se puso un traje azul que le quedaba muy bien, una camisa blanca que le hacía más formal, y una corbata roja que le daba un toque de color. Se peinó el cabello con un poco de gel, y se afeitó la barba con cuidado. Se miró al espejo y se gustó. Se sintió guapo y seguro de sí mismo.

A las ocho en punto, Martín llegó a la casa de Lucía en su coche. Tocó el timbre y esperó a que ella saliera. Lucía abrió la puerta y salió al encuentro de Martín. Ambos se quedaron sin aliento al ver al otro. Lucía se quedó impresionada por lo elegante y atractivo que estaba Martín. Martín se quedó impresionado por lo hermosa y radiante que estaba Lucía.

- Hola - dijo Lucía con una voz dulce - Estás muy guapo.

- Hola - respondió Martín con una voz grave - Estás muy hermosa.

Lucía y Martín se sonrieron con ternura y se dieron un beso en la mejilla. Luego, Martín le abrió la puerta del coche a Lucía y la ayudó a subir. Después, él se subió al asiento del conductor y arrancó el motor.

- ¿A dónde vamos? - preguntó Lucía con curiosidad.

- A un restaurante italiano que me han recomendado - dijo Martín con confianza.

- ¿Italiano? - repitió Lucía con sorpresa.

- Sí, italiano - confirmó Martín con seguridad - ¿Te gusta la comida italiana?

- Sí, me encanta - dijo Lucía con alegría - Es mi favorita.

- Pues entonces te va a gustar este sitio - dijo Martín con simpatía - Tiene muy buena fama y muy buen ambiente.

- Qué bien - dijo Lucía con ilusión - Me muero de ganas de probarlo.

Martín condujo hasta el restaurante, que estaba en una zona céntrica y animada de la ciudad. Aparcó el coche en un lugar cercano y bajó a ayudar a Lucía a salir. Luego, cogió su mano y la llevó hasta la entrada del restaurante.

El restaurante era un lugar acogedor y elegante, decorado al estilo italiano, con mesas de madera, manteles blancos, velas encendidas y música suave. El camarero los recibió con una sonrisa y los condujo hasta una mesa reservada para dos personas en una esquina íntima.

- Buenas noches - dijo el camarero con acento italiano - Bienvenidos al Ristorante La Dolce Vita. Soy Giorgio, su camarero esta noche. ¿Qué les puedo ofrecer?

- Buenas noches - dijo Martín con cortesía - Gracias por atendernos. Queremos dos copas de vino tinto, por favor.

- Muy bien - dijo el camarero con amabilidad - ¿Qué tipo de vino prefieren?

- Pues... ¿qué nos recomienda? - preguntó Martín con interés.

- Pues les recomiendo el Chianti Classico, es un vino típico de la Toscana, muy aromático y equilibrado - dijo el camarero con entusiasmo.

- Pues nos parece bien - dijo Martín con confianza.

- Muy bien - dijo el camarero con satisfacción - Enseguida les traigo las copas y les dejo la carta para que elijan los platos.

El camarero se fue a buscar el vino y les dejó la carta en la mesa. Lucía y Martín se miraron con complicidad y emoción. Se sentían felices y nerviosos por estar allí juntos. Se sentían ansiosos y curiosos por saber qué iba a pasar esa noche.

- ¿Y qué te apetece comer? - preguntó Lucía con ilusión.

- Pues... ¿qué te parece si compartimos una pizza y una ensalada? - propuso Martín con decisión.

- Me parece perfecto - aceptó Lucía con entusiasmo - Me encanta la pizza.

- ¿Y qué tipo de pizza te gusta más? - preguntó Martín con curiosidad.

- Pues me gusta de todo - dijo Lucía con pasión - Pero sobre todo me gusta la pizza de cuatro quesos. Me encanta el queso.

Martín sonrió ante el entusiasmo de Lucía. Le pareció una chica muy simpática y divertida, aunque un poco golosa e indulgente.

- ¿Y a ti qué tipo de pizza te gusta más? - preguntó Lucía con interés.

- Pues a mí me gusta de todo también - dijo Martín con alegría - Pero sobre todo me gusta la pizza de jamón y champiñones. Me encanta el jamón.

Lucía sonrió ante el entusiasmo de Martín. Le pareció un chico muy inteligente y creativo, aunque un poco carnívoro y sencillo.

- ¿Y qué te parece si pedimos una pizza mitad de cuatro quesos y mitad de jamón y champiñones? - sugirió Lucía con picardía.

- Me parece una idea genial - dijo Martín con simpatía - Así probamos los dos sabores y nos ponemos de acuerdo.

- Perfecto - dijo Lucía con satisfacción - Entonces, ¿ya sabemos qué vamos a pedir?

- Sí, ya lo sabemos - dijo Martín con confianza - Solo nos falta que vuelva el camarero.

El camarero volvió con las copas de vino y las colocó en la mesa. Luego, les preguntó si ya habían elegido los platos. Martín le dijo que querían una pizza mitad de cuatro quesos y mitad de jamón y champiñones, y una ensalada mixta. El camarero anotó el pedido y se fue a prepararlo.

Lucía y Martín brindaron por su cita y bebieron un sorbo de vino. Luego, se pusieron a hablar de temas variados, desde sus estudios y sus trabajos, hasta sus hobbies y sus viajes. Se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común, pero también muchas diferencias. Lucía le enseñó a Martín a ver el lado positivo y divertido de las cosas, y Martín le enseñó a Lucía a ver el lado realista y práctico de las cosas. Ambos se sintieron cómodos y a gusto con el otro, y se hicieron muchas preguntas y bromas.

El camarero les trajo la pizza y la ensalada, que tenían muy buena pinta. Lucía y Martín se sirvieron un trozo de cada sabor y lo probaron. Les gustó mucho la pizza, que estaba crujiente y sabrosa. Les gustó mucho la ensalada, que estaba fresca y variada. Comieron con apetito y disfrutaron de la comida.

Lucía le ofreció a Martín un trozo de su pizza de cuatro quesos, y él se lo agradeció. Martín le ofreció a Lucía un trozo de su pizza de jamón y champiñones, y ella se lo agradeció. Se intercambiaron sonrisas y miradas, que decían más que las palabras.

El camarero les preguntó si querían postre o café, pero ellos dijeron que no tenían más hambre ni sed. El camarero les trajo la cuenta, que era razonable. Martín pagó con su tarjeta, sin aceptar la oferta de Lucía de pagar a medias. Luego, se levantaron de la mesa y se despidieron del camarero con un gracias.

Martín cogió la mano de Lucía y la llevó hasta la salida del restaurante. Luego, le abrió la puerta del coche y la ayudó a subir. Después, él se subió al asiento del conductor y arrancó el motor.

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