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En una de sus muchas caminatas matutinas, Will caminaba por el sendero boscoso que llevaba a la casa. Aunque la belleza del entorno era innegable, su corazón aún luchaba con la incertidumbre y la resistencia. Inhaló profundamente el aire fresco, sumergiéndose en el silencio del bosque que se vio interrumpido por el crujir de las hojas bajo las patas de Winston y Buster, mientras jugueteaban alrededor de él. Desde su llegada, los perros habían desarrollado un amor instantáneo por el bosque; había más vegetación que en Wolf Trap y disfrutaban persiguiendo ardillas y pájaros que se cruzaban en su camino. En especial Buster, que tenía un instinto cazador ante cualquier criatura extraña.

Había transcurrido una semana desde que arribaron a Italia, y Will todavía no había logrado decidir qué pensar acerca de su nueva vida con Hannibal. Desde el momento en que dejaron Baltimore, Will se percató de que Hannibal anhelaba esta vida desde hacía mucho tiempo, lo cual le provocaba una extraña sensación en el estómago al considerar que Hannibal había pensado tanto en él.

Había notado cuánto esfuerzo había invertido Hannibal en proporcionarle un hogar cómodo, cuidando meticulosamente todos los detalles de la casa para Will. Su nuevo equipo de pesca era prácticamente idéntico al que tenía en Wolf Trap. Los accesorios que utilizaba para hacer aparejos de pesca eran bastante diversos: plumas, rocas brillantes y otros objetos difíciles de conseguir.

Era gratificante pensar que Hannibal había dedicado tiempo a recolectar esos elementos, aunque Will sabía que no debería permitirse sentirse complacido por ello.

Su nueva colección de ropa también destacaba por sobre todo lo demás. Will ahora tenía un vestidor privado repleto de ropa costosa que nunca habría pensado usar. Aunque la mayoría de los conjuntos consistían en trajes a medida (Will no quería pensar cómo Hannibal sabía sus medidas) había una buena selección que se apegaba a su estilo habitual: pantalones de mezclilla y camisas de franela. En cada prenda, ya sea una camisa, pantalón, chaleco o saco, estaba impreso discretamente "W.G" en la parte posterior. Habían sido confeccionados especialmente para él, y Will sabía que debió haber requerido una considerable cantidad de tiempo y dinero reunir toda esa ropa.

Después de todo lo que había sucedido, Will no estaba seguro de si debía sentirse bien o no al vivir con Hannibal. Había querido que escapara, y en el momento en que llamó a Hannibal para que huyera de Jack, Will supo que no volvería a verlo. Hannibal era un criminal, un asesino en serie caníbal, y Will debía arrestarlo. Sin embargo, solo el pensamiento de imaginarlo en prisión revolvía sus entrañas. 

Durante meses, desde que ideó el plan con Jack, Will se había debatido entre los bandos. ¿Estaba del lado de Jack o de Hannibal? Pensó que esa lucha interna había terminado, pero ahora se encontraba nuevamente enredado en ella debido a Hannibal. Ahora, arrastrado a Italia, se enfrentaba a la incertidumbre de si debía o no aceptar al caníbal en su vida.

Frotó su cabeza con ambas manos, suspirando con pesar mientras el frío clima condensaba su aliento en el aire. Emitió un silbido para llamar la atención de los perros y los guió de regreso a casa. Una vez limpió las patas de Winston y Buster, salieron corriendo directo a la cocina percibiendo el exquisito aroma de pan recién horneado.

Durante esos días, después de pasar unos veinte minutos rodando en la cama una vez que despertaba, Will sacaba a los perros a pasear para que hicieran sus necesidades. Al regresar, Hannibal ya tenía el desayuno listo, incluido el de Winston y Buster. El perro más pequeño parecía haber desarrollado un cariño especial por Hannibal al recibir su deliciosa comida, y Will notaba ocasionalmente cómo Buster perseguía a Hannibal para hacerle compañía. Sin embargo, Winston seguía desconfiando de él e incluso a veces le gruñía.

Esa mañana, a Will no le apetecía desayunar, por lo que subió al segundo piso mientras escuchaba a Hannibal moverse por la cocina. Will decidió visitar el único balcón disponible en la casa, un lugar al que a veces acudía por la noche para permitir que la fresca brisa lo refrescara.

Un nuevo comienzo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora