15 - Jardín secreto

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El esperado día llegó, la familia del conde había partido en un lujoso carruaje. No se había asomado en la ventana con intención de despedirlos, sino de asegurarse que se hubieran ido. Ellies miró hacia arriba antes de montar en el carruaje y dedicándole una dulce sonrisa, agitó la mano en su dirección en señal de despedida. Aylah lo miró con frialdad, no iba a actuar esta vez, lo aborrecía y él estaba consciente de eso. Esa era la razón por la que la había drogado, ya no tenía que pretender que le agradaba, pues había un motivo muy fuerte para odiarlo.

Una sensación de alivio la invadió cuando vió el carruaje alejarse, al menos podría estar en paz por los próximos días. Suspiró mostrando una cara melancólica mientras Bethel la miraba con preocupación.

- ¿Te gustaría salir a alguna parte? – le preguntó intentando animarla

Aylah negó con la cabeza luciendo totalmente desanimada. Se sentó a la mesa y practicó con los cubiertos con la mirada lejana, no quería darle motivos a su tío para que la agrediera nuevamente. Así estuvo durante al menos un par de días, haciendo de manera mecánica su rutina diaria, sin prestar atención a las nerviosas miradas que Bethel le daba.

A la tercera mañana despertó y dió un largo suspiro antes de levantarse. Miró la mesa con el suculento desayuno servido y luego vió a su nana escogiendo un vestido para ella. Masticó de manera monótona la comida ignorando el movimiento de Bethel, que iba de un lado al otro de manera nerviosa haciendo preparativos. Admiró su imagen, viendo el resultado final, el vestido azul marino resaltaba la palidez de su piel, y de manera elegante mostraba sus hombros desnudos que fueron cubiertos por una cascada de sus cabellos dorados. Sonrió levemente a su reflejo antes de abandonar la habitación en la silla de ruedas, llevaba el collar que Kadir le había obsequiado en sus manos, últimamente le era difícil apartarlo de su lado pues le aportaba paz el solo hecho de mirarlo. También le pidió a Bethel que le alcanzara la muñeca rubia que había estado a su lado desde su despertar, este juguete mantenía su aire infantil en caso de que se encontrara con algún inconveniente por el camino. Debía estar preparada para cualquier cosa.

El movimiento de sirvientes en la casa era mínimo, lo cual era lógico. Si los amos no estaban presentes no había que trabajar tanto. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que se sorprendió cuando la luz del sol la golpeó de lleno en la entrada. Se cubrió la cara asombrada, pensaba que iban rumbo a la biblioteca, no hacia afuera. Bethel continuó guiando la silla por un camino que se veía poco transitado, calculaba que se habían alejado bastante de la mansión cuando algo entró en su campo de visión. Parecía ser una enorme casa de cristal, un momento, esto era un invernadero. Era enorme, al menos del tamaño de una gran casa.

Aylah solo mantenía la boca abierta mientras Bethel empujaba la silla en su interior. Si por fuera era impresionante, por dentro lo era aun más. Era tan grande que tenía árboles llenos de frutas, flores multicolores que emergían de todas partes en una explosión de deliciosos aromas, incluso habían bancos, columpios y mesas para servir el té o tener un desayuno tardío. Sintió como su corazón comenzó a latir con intensidad ante una visión tan alegre y positiva. Era increíble que existiera un lugar asi dentro de la propiedad.

Un hombre se acercó a recibirlas. Tenía el cabello gris y ojos verdes escondidos tras unos espejuelos de montura redonda. Usaba sobre su ropa un delantal carmelita y llevaba en sus manos unos enormes guantes llenos de tierra. Por la manera en la que vestía la conclusión mas lógica que rondaba la mente de Aylah era que se trataba de un jardinero, normalmente calculaba que en una propiedad de semejante tamaño habría varios. El hombre le dedicó una profunda reverencia antes de hablar.

- Bienvenida señorita, es un placer tenerla aquí – su voz sonaba extrañamente familiar

- Su nombre es Savron, era el mayordomo de tu familia – lo presentó Bethel – se quedó en la propiedad como jardinero para continuar bajo tu servicio – Aylah le sonrió agradecida, tenía otro aliado, alguien que había aceptado un trabajo por debajo de su anterior posición solo para mantenerse a su lado.

- No es nada, alguien tenía que quedarse cuidando de este lugar – suspiró el hombre mirando a su alrededor – este era uno de los lugares favoritos de su madre, lo mandó a construir para tener un lugar cálido y florido incluso en el invierno, era su refugio especial.

- Adorabas jugar a las escondidas aquí con Tione, podían pasar el dia entero aquí – rió Bethel luciendo feliz al recordar – tu padre solía sentarse fingiendo que leía un libro para no perderlas de vista y ustedes le hacían todo tipo de travesuras.

Un súbito recuerdo golpeó la mente de Aylah, ya sabía de donde recordaba esa voz. Este era el hombre que la había tomado en brazos el día que había despertado. Un momento, si estaba en ese estado ¿Cómo era posible que la hubieran llevado afuera así? ¿Acaso no llevaba años en cama? ¿Por qué de repente alguien la había sacado del cuarto? Una conclusión aplastó su energía positiva de repente, Era un plan para que deshacerse de ella, sino como explicaría el hecho de haber despertado en el suelo, si aún estaba dormida ¿Cómo era posible que se hubiera caído de la silla?

Mientras estaba sumida en sus pensamientos el hombre se retiró conversando con Bethel y Aylah pudo notar que en una de las mesas había un servicio de té con la tetera aun humeando. El servicio estaba puesto para dos personas, bueno sería agradable pasar la tarde con Bethel en un lugar tan hermoso. En un súbito acto de valentía se paró de la silla de ruedas, estaba ansiosa por explorar el lugar. Siempre estaba encerrada en su habitación así que esta libertad de poder caminar a sus anchas era deliciosa. Como el conde y su familia no estaban, no corría el riesgo de que nadie viera que ya podía caminar bastante bien por su cuenta.






Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora