-Te equivocas.
-¿Qué? ¿Cómo me voy a equivocar? Eres tú el que no para de decir gilipolleces.
-¿Que gilipollez he dicho?
-Me has dicho que estoy muerta.
-Oh, pero eso no es una gilipollez. Estás muerta.
-Eso es imposible.
-¿Por qué?
-¿Cómo que por qué? ¿Quizás por cosas como que estoy respirando ahora mismo?
-El hecho de que respires no demuestra que estés viva.
-¿Y que me dices de los latidos de mi corazón? ¿Acaso tampoco demuestran que esté vivita y coleando?
-Pues la verdad es que no.
-¿Y el hecho de que mi aparato digestivo funcione perfectamente, como todo lo demás?
-Tampoco demuestra que estés viva.
-Já! ¿Ves como dices gilipolleces?
-No digo gilipolleces. Tú dices que estas vivas por el hecho de que respiras, pero ¿Cuánto hace que no te quedas sin respiración por alguien? ¿Cuánto hace que no se te acelera el corazón al planificar una gran aventura? ¿Y cuánto hace que no se te forma un nudo en el estómago al salir de tu zona de confort y vivir algo nuevo?
-Quizás no tengamos el mismo concepto de lo que es estar muertos.
-O quizás no tengamos el mismo concepto de lo que es vivir.