RELATO INICIAL

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Mi atendos vin (Te esperaré)

Aquel día el cansancio era mayor que yo y hubiese comenzado a plantearme lo sobrevalorada que está la cena sino fuese tan sencillo preparar unas salchichas Frankfurt en el microondas y cortar medio tomate.

Las tareas siguientes a cenar las realicé con el "modo automático" activado y estaba en todo mi derecho a usarlo ya que los días en los que mi pequeño peludo se ponía malo y tenía que llevarlo a su veterinario entre mis clases y mis horas de trabajo como dependienta, acababa sin vitalidad. A pesar de que me quería acostar lo antes posible, demore bastante en lavar los 4 cacharros que ensucie y al ducharme estuve un rato poco ético con el medio ambiente bajo la regadera. Mi lentitud y somnolencia solo desaparecieron cuando vi que mi pulsera de dormir no estaba en su sitio, no estaba sobre la mesita de noche.

La desesperación comenzó a invadirme mientras el aire me escaseaba.  Tranquila, me dije, esto a pasado otras veces, seguramente este en el escritorio o bajo la almohada. La habitación no es tan grande como para que se pierda.  Comencé a buscar con la linterna del móvil por detrás y debajo de la cama mas no veía bien. También removí las sábanas y almohadas pero no tuve éxito. Mientras los nervios aumentaban, tiré todas las cosas del escritorio al suelo y me agache a buscar mi pulsera entre los papeles pero antes de poder hacer lo mismo con las cosas del armario mi compañera de piso me detuvo.

- ¡¿Se puede saber que te pasa?! - gritó Marta a la vez que me cogía las manos y se percataba de como temblaba. Ella y yo nos conocíamos desde el bachillerato pero dudo que alguna vez me haya visto en ese estado.

- Yo.. yo no encuentro mi pulsera... - dije tartamudeando y el hecho de haber asumido el problema en alto solo provocó que conociese el origen de dichos nervios: la tristeza y el dolor. - Yo no  puedo dormir sin ella... - continué a la par que Marta se masajeaba la cabeza y suspiraba.

- Ana, es solo una noche. Mañana, cuando estés más calmada...- 

- ¡NO! - interrumpí mientras me soltaba de su agarre - Yo no puedo... Sin la pulsera... La pulsera es él...- ÉL... Me derrumbe mentalmente y cerré los ojos  en un intento de mantener bajo llave aquel baúl viejo y rico en recuerdos - Da igual, ve a dormir. Prometo no hacer más ruido - dije con la poca razón que me quedaba para dar a entender que necesitaba estar sola.

En el momento en el que se cerró la puerta vi volar en mi mente cada uno de los recuerdos donde él y yo eramos una pareja antagónica al mundo pero feliz. Reviví los primeros tonteos, las risas, los Te imaginas si.... Volví a sentir los problemas sobre mis hombros, las discusiones y los llantos por saber que nos amábamos más de lo que el destino (también llamado "su familia")  nos permitía. Y ahora, la felicidad de antaño solo me llenaba de tristeza y dolor.

Solo había un acto, una frase suya que me sanaba el alma y acomodaba las piezas sueltas de mi corazón: Mi revenos al vi (Yo volveré a ti)

El y yo habíamos aprendido a comunicarnos de las formas más disimuladas y cuidadas posibles como chatear por cuentas secundarias (incluso por correo electrónico, ¡que antigüedad!), imprimir alfabetos del código Morse para comunicarnos durante clases aburridas y hablar/escribirnos en esperanto (con el traductor de Google fue un sistema útil, sencillo y con una exclusividad bastante elevada).

Ante su promesa dicha una tarde invernal en la que se había escabullido de casa para darme las malas noticias, yo respondí: Mi atendos vin

Y eso he estado haciendo los últimos 4 años. He esperado cada segundo desde entonces para volver a verle. 

He esperado con ansias como los ingleses esperan cuando acaban un correo con "look forward to". He esperado con dolor por pensar que su tardanza estaba ligada a su desaparición de este mundo. He esperado enojada por su impuntualidad. He esperado dormida mientras usaba la pulsera que me regaló para no tener pesadillas (aunque la magia a veces no funcione). He esperado con miedo por creer que todo fue una mentira y él ni siquiera me recordase. He esperado con la imaginación activa y planeando posibles escenarios de reencuentro. He esperado inconscientemente cada segundo a pesar de no estar pensando en él.

Y, lo único que tenía planeado cara al futuro era seguir esperándole porque nuestro ferviente amor durante aquel último curso de instituto me dio las palpitaciones necesarias para vivir hasta que él vuelva a mí.


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Gracias por darle la oportunidad a "50 relatos de amor y desamor". Nos leemos la próxima semana... 👋🏼



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