XV. El comienzo de un nuevo grupo

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Sus pupilas vislumbraron con certeza todo lo que no pudo ver antes. Abrió los párpados con valentía y osadía. Sus afilados ojos turquesa se encontraron con los azules, tan profundos como dos fosas marinas. Su expresión era lo de menos, se fijó con atención en algo más interesante. El cuerpo de Shinazugawa, que hacía de sombrilla para el suyo, estaba rígido. En las facciones de su rostro se notaba la tensión de la mandíbula que revelaba que apretaba los dientes. En sus brazos existía un muy leve temblor, casi imperceptible, que se extendía hasta las manos que le apresaban. Con su piel no podía percibirlo, pero con sus ojos sí. Shinazugawa estaba conteniendo gran parte de la fuerza, como si luchara consigo mismo para no cruzar el umbral de la violencia. Se estaba reteniendo para no hacerle daño a pesar de que presionaba. De hecho, el golpe contra la pared dolió únicamente cuando impactó. Era como pensaba, el tipo era demasiado bueno como para tratar de agredirle en serio, y no sabía si considerarlo una hazaña o una cobardía. Aun así, a pesar de ser consciente ahora de que no planeaba pegarle, todavía existía algo en su actitud poco común que le forzaba a someterse y doblegarse. ¿Por qué? Probablemente, por temor y miedo a ser convertido en un muñeco de trapo en caso de que intentara rebelarse o desafiar su comportamiento. No tenía las de ganar consigo, Shinazugawa era mucho más fuerte que él, lo convertiría en papilla. No estaba tranquilo a pesar de ser consciente de que eso no iba a suceder. Todo el mundo sabía que él jamás golpearía a nadie por mucho que le enojaran, no tenía sentido que lo hiciera ahora. Y sin embargo, todavía se sentía inseguro y nervioso. En ningún momento fue capaz de dejar de mirarle a los ojos, excepto cuando se fijó en la tensión de su cuerpo. Todavía estaba demasiado cerca, podía enfocar sus pupilas a duras penas y casi era capaz de sentir el roce de la frente ajena sobre la suya. Esperó en un incómodo silencio, sin el valor necesario para empeorar el momento.

-Te lo diré solo una vez, Sugimoto. -incluso su voz resonó a ultratumba, grave, profunda. -No me gustas, eres un egocéntrico, un cínico y un egoísta. -sorprendentemente, el otro no dijo nada, mantenía su mirada clara y bien abierta. -Eres desagradable e insultante, y a pesar de eso, Daiki quiere ser tu amigo. Es su decisión y no voy a intervenir para persuadirle, se lo prometí. Pero tengo la libertad de ir a por ti mientras él no esté. -el propio Daiki le dijo en el baño que si se querían destruir a golpes, lo hicieran mientras él no estuviera presente, así que Eiji tenía el total permiso para apalizar al pelirrojo ahora mismo. Sus ojos azules se endurecieron y su tono adquirió ronquera. -Una vez. -dijo. -Hazlo sufrir una mísera vez y juro que te perseguiré sin descanso hasta que pagues, ¿me has entendido? -con ello, dejaba en claro que aceptaba que Sugimoto continuara acercándose a Daiki, aunque fuera porque no le quedaba más remedio que respetar las decisiones del más joven. Eso sí, le advertía muy seriamente de que fuera un buen amigo con él, si no, él mismo se tomaría la justicia por su mano. No iba a permitir ni un solo daño a su amigo, ni físico ni emocional. Soltó al muchacho y se alejó para darse la vuelta y marcharse.

El pelirrojo se mantuvo en el lugar, observando aún con sus párpados más abiertos cómo su silueta se alejaba por la calle. Se masajeaba las muñecas por la molestia de haberlas tenido apretadas. No sentía dolor, por lo que estaban bien. Su ceño empezó a fruncirse cuanto más lejos estaba Shinazugawa, deshaciéndose del bloqueo mental para dar paso a una ira burbujeante. Muy bien. Si él quería enemistarse, entonces que así fuera. Además, acababa de descubrir por sí mismo que el tipo tampoco le caía bien. En su par de años en la secundaria Kimetsu no lo llegó a conocer, nada más que de vista. Pero ahora que había visto cómo pensaba y cómo era... No lo tragaba. No obstante, había una cosa en la que sí iba a obedecerle y a compartir opinión... No fastidiarla con Kamado. Nunca tuvo intenciones de ser un cabrón con él, mucho menos de aprovecharse o hacerle algo malo. Y no planeaba hacerlo. Que sí, que tenía fama de ser un capullo, pero no era mala persona, no disfrutaba del sufrimiento ajeno. Todo por lo que lo criticaban por mayoría era por "aprovecharse" de las chicas lindas, y ni siquiera era cierto. Solo intentó conocerlas, y ya de paso, usaba su sex-appeal. Mas jamás le puso un dedo encima a ninguna, y si descubría que no le interesaba seguir conociendo a alguna, pues no seguía y punto. Cómo le gustaba a la gente tergiversar las cosas.

Kimetsu no Yaiba: Next GenerationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora