El soldado más fuerte de la humanidad

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Oscuro, es lo que siempre veía al dormir y al despertar, cada día de mi vida estuve con el mismo sucio techo sobre mí. Cuando era niño, mi madre solía decir que algún día podría ver la luz natural y cómo las personas de acá abajo lo describen, el hermoso azul del cielo. Lamentablemente eso era poco probable debido a la pobreza en la que vivíamos. El subterráneo siempre ha sido el lugar más deplorable dentro de estás murallas, lleno de violencia, robos, secuestros y abusos tanto físicos como mentales por gente llena de poder.

Voy a estar eternamente agradecido con mi madre, quien durante mi infancia cuido de mí de este cruel e injusto mundo, dándome mucho amor y sosteniendo una gruesa venda en los ojos que me permitía ignorar los pecados que me rodeaban día a día. Eso fue hasta que un día no pudo levantarse más de la cama que compartíamos, perdiendo así, a mi más grande amor. Pasaron días, probablemente semanas mientras permanecía sentado al lado del cadáver de mi madre sin atreverme a mirar otro lado que no fuera la pared frente mío, hasta que un sujeto extraño de sombrero y gabardina llegó al cuarto en el que me encontraba preguntando mi nombre y la relación que tenía con la mujer que reposaba en la cama. Al cabo de un tiempo en silencio, el desconocido me compro un poco de alimento y comenzó a cuidarme.

Los meses pasaron y me enteré que mi cuidador era el matón más popular de la ciudad subterránea, mejor conocido como "Kenny el destripador". En ese tiempo él me enseñó como sobrevivir en el bajo mundo con técnicas de pelea y cómo manejar un cuchillo, de tal modo que yo parecía su joven discípulo. Sin embargo, un día eso cambió y el cariño que poco a poco iba sintiendo hacia él, como el de un hijo a un padre se convirtió en un profundo odio. De un momento a otro él me abandonó y marchó sin mirar atrás.

Desde ese momento estuve día y noche por mi cuenta hasta que los conocí a ellos, Farlan e Isabel. Gracias a ellos la adolescencia fue fácil de afrontar. Los tenía a ellos para lograr cualquier cosa y después de tanto tiempo volví a sentirme amado y parte de una familia. Durante largos años nos dedicamos a ser la banda más temida en el subsuelo, pero con intenciones honestas, todo lo que robábamos lo repartimos entre aquellos que más lo necesitaban. En uno de nuestros encuentros con la policía logramos hurtar dispositivos que nos permitían desplazarnos por los aires, mejor conocido como "equipo de maniobras tridimensional". Un objeto compuesto de ganchos y cables que funcionaba por medio de gas especial. Con ayuda de estos, nuestra pandilla se hizo más famosa, lo suficiente para llamar la atención de un adinerado hombre cuyo nombre no quiero volver a recordar, pero que gracias a él perdí en la vida una vez más.

Mitras era la capital del rey, por ende, de las personas más ricas y poderosas de estas murallas. Recuerdo bien que el señor que nos contacto era residente de ese distrito, y con tal poder en mano nos obligó por medio de amenazas a realizar un trabajo sucio: matar a Erwin Smith y robarle unos papeles. Y como recompensa, una vida cómoda y llena de riquezas en la superficie, en la cual seriamos libres de cualquier antecedente delictivo. Era un trato sencillo por lo que acepté. Un par de semanas después nos encontrábamos ejecutando el robo que nos daría el pase hacia la superficie. En esta ocasión nos perseguía la división más valiente, pero a la vez más estúpida de estas murallas "la legión de reconocimiento" encargada de explorar fuera de los muros y acabar con las terribles y gigantes bestias que amenazaban día tras día a la humanidad y a nuestras vidas.

De un momento a otro mis hermanos y yo estábamos siendo sometidos por esas personas y siendo interrogados por nuestro objetivo, Erwin Smith. Nuevamente estaba un acuerdo sobre la mesa, dejar nuestros crímenes impunes a cambio de proporcionar mi fuerza uniéndome a la legión de reconocimiento o ser inmediatamente entregado a la policía militar al igual que mis amigos. La respuesta al trato fue positiva, había aceptado unirme al mismísimo infierno. Después de más de veinte años viviendo en ese basurero pude ver el hermoso azul del cielo, y lo mejor fue que lo logré en compañía de las personas más importantes en mi vida.

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