Capitulo 28:

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La suave tinta marcada sobre la frágil y pálida hoja de papel hizo acto de presencia casi en el momento exacto en la que la leía. Mis mejillas se incendiaron como 2 fósforos repletos de pólvora ¡Maldita sea! Ahora estaba del color de un tomate frente a Charlie.

Lo busque con la mirada hasta encontrarlo con ambos pies cruzados por debajo de su escritorio, sus manos estaban recargadas sobre el mismo aun sin borrar su vanidad de la perfectamente ensayada pose. Me burle de su expresión, tenía el ceño fruncido observando como varios compañeros del salón no dejaban de hablar. Estaba frustrado y casi podía asegurar que se moría por gritarles.

Volteo a verme casi en el momento en el que yo despegaba la mía. Subí las cejas expresando conformidad. Me sonrió marcando sus dulces pómulos junto con su pequeño lunar. Estiro sus  carnosos labios completamente negando con la cabeza dramáticamente. Baje la vista avergonzada ¡Dios! ¿De pronto me había convertido en la chica que se contonea frente a su profesor? ¿Era esa clase de chica?

Enfoque toda mi atención en el libro de texto y por libro de texto me refiero  a la hermosa nota que Charlie había escrito. No podía dejar de comparar su perfecta caligrafía con la mía, eran como la tarea de un niño de 5 años, con la de su padre.

Voltee a ver el reloj de pared. Hacia 5 minutos lo había hecho y al parecer las manecillas no avanzaban ni siquiera milésimas de segundo. No quería salir de la clase de Charlie, pero una parte de mí se moría por contarle a mis amigas todo lo respecto a él.

Guarde mis cosas, faltaban tan solo 3 minutos para salir de clase. ¡Dios bendiga el tiempo que aunque parezca que no avanza!... ¡Si lo hace!

El timbre se escuchó a lo lejos, varias veces ese pequeño sonidito me había salvado de varias situaciones incomodas. Me puse de pie esperando ser la primera en salir, me equivoque rotundamente. Era tan ilusa al pensar que todos mis compañeros saldrían en orden.

Me recargue sobre la paleta del mesabanco buscando un ángulo de equilibrio jugando con mis pies. Mis demás compañeros solo hacían insistentes bromas unos con otros provocando aún más eterno este desagradable tramo de menos de cuatro menos.

Pase contando cada uno de mis pasos, no quería levantar la vista pero claramente tendría que regresar para entregarle el libro. Rebase a mi compañero sosteniendo con todas mis fuerzas aquella preciada nota. Estaba al costado del escritorio, ahora lo suficientemente cerca como para poder pasárselo. Lo tomo rozando sus dedos con los míos tardando más tiempo del necesario

-¿Has leído la nota?- pregunto subiendo las cejas. Hacia una pequeña mueca con la comisura de sus labios

-¿Por qué la ha escrito?-

-Porque es justo lo que pienso de ti-

-¿Debo suponer que estaba dirigida hacia mí?- fruncí el ceño. Talvez podría confundirlo un poco

-Claro que sí, mis intenciones nunca fueron otras- encaro una ceja. Rodé los ojos juguetona ¡Dios! ¿Cómo podía concentrarme con alguien como el a mi lado? Estire mi mano tratando inútilmente de alcanzar mi cuaderno de matemáticas. Podría tomarlo mientras estuviera distraído. Casi golpeando detuvo mi mano en el acto. Voltee a verlo ¿No podía tomarlo?

-Te dije que te lo daría mañana- me recordó. Suspire, con un hombre tan testarudo no se podría llegar nunca a  un acuerdo. Me di media vuelta, si no quería dármelo no habría de arrebatárselo

-Espera- me jalo del brazo –De verdad te lo daré mañana- aseguro rogando con su mirada que le creyese

-Nunca dude de usted-

-¿No lo hizo?-pregunto de vuelta. Me gire hacia la izquierda,  la enorme fila ya no existía ¿Tan rápido habían despejado el salón?

-¿Debería dudarlo?- dejo caer la cabeza

La última carta de CharlieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora